#mis pensamientos de dejar la carrera se han vuelto más fuerte
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frendlysss · 1 year ago
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así )( de abandonar todo e irme a la mierda
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exo-silverdream · 4 years ago
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[ENTREVISTA] L'Officiel Hommes Korea Spring/Summer 2020 YK Edition  “El momento más brillante en la juventud de Sehun”
Abril 2020
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El chico que solía usar un uniforme escolar y gritar fuerte Growl, hoy está vistiendo un traje y alzando una copa de vino. Entre tanto, 8 años han pasado ¿Qué ha cambiado cuando piensas en los días de tu debut y tu presente? Cuando escucho la palabra '8 años', se siente como si nuestros días de debut hasta ahora hubieran pasado como si fuera una película. El tiempo realmente pasa volando. Mirando hacia atrás, no sabíamos nada en nuestros días de debut. Simplemente éramos tan solo niños que les gustaba cantar y bailar, conducíamos nuestras vidas de acuerdo con la agenda que disponía la empresa. Ahora que soy mayor y he adquirido más experiencia, mis pensamientos y acciones han cambiado mucho. Siento como si me hubiera convertido en más adulto.
Has hecho muchas actividades junto a EXO hasta hoy. ¿Cuál es el recuerdo más memorable para ti? El período de nuestro 5to álbum Don't Mess Up My Tempo y el repackage Love Shot, que hicimos junto a D.O. y Xiumin hyung antes del enlistamiento en el servicio militar, (esos recuerdos) vienen muchísimo a mi mente últimamente.
¿Cómo te sientes cuando estás en el escenario?
A pesar de acumular mucha experiencia en el escenario a través de los años, siempre estoy nervioso. Creo que es porque tenemos un fuerte deseo de mostrar a nuestros fans nuestro lado más fenomenal. No podemos cometer ninguna equivocación ya que tenemos una audiencia muy grande mirándonos y aún si lo hacemos, tenemos que actuar como si nada hubiera pasado, seguir adelante con calma y mantener la compostura (ríe), y eso me hace sentir muy nervioso. A pesar de todo, son “buenos sentimientos” que puedo sentir solamente cuando estoy en el escenario. 
Cuando estás haciendo actividades promocionales como EXO, como sub-unidad (EXO-SC) y cuando tienes que llevar tu propia agenda como hoy, ¿Cada una de ellas se sienten diferente para ti? El sentimiento es completamente diferente con cada uno de ellas. Cuando hago actividades como EXO, inconscientemente me apoyo en los otros miembros. El contenido que necesita ser asimilado (por el público) se divide, por lo que me siento más relajado y el nerviosismo disminuye también. Sucede lo mismo cuando estoy haciendo actividades con la sub-unidad. Por otro lado, cuando estoy haciéndolo solo, mi sentido de responsabilidad crece mucho, a tal punto que viene a mí el pensamiento de hacer todo bien, de modo que el avance sea más liviano. Pero desde que he hecho algunas sesiones de fotos para revistas, creo que puedo divertirme mientras las hago como ahora.
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Has probado diversos estilos de música y estilos de ropa, desde dance, hip-hop hasta reggae. ¿Cuál de todos ellos fue el más apropiado según tu preferencia? Por supuesto, ha habido épocas en que usé atuendos muy diferentes a los de mi preferencia personal, pero como resultado de haberlo hecho así, todos ellos me favorecieron a mi crecimiento en términos de fashion styling y ahora permanecen como recuerdos placenteros. No es fácil reflejar la opinión que cada uno tiene cuando estamos haciendo actividades como EXO, tenemos muchos miembros y se requiere que lo discutamos con la compañía previamente. Pero mis preferencias se reflejan más cuando hago actividades con la sub-unidad junto a Chanyeol hyung, tanto su personalidad e inclinaciones musicales se complementan muy bien con las mías, por lo que cuando hacemos música juntos nos emocionamos tanto que perdemos la noción del tiempo. Desde que las preferencias de ambos están incluidas en todo, desde la composición de la letra al vídeo musical e incluso el atuendo, puedo decir con confianza que EXO-SC es mi propio estilo también.
Los otros miembros te han descrito en las entrevistas como 'El más joven quien no parece como el más joven' y 'el más joven que es tan confiable como un hermano mayor'. De alguna manera soy la persona a cargo de los miembros en EXO (ríe) Tiendo a ser el que inicia las reuniones en EXO. Soy muy cariñoso por lo que no puedo dejar de sentirme genuinamente reconfortado cada vez que veo a los miembros reunidos juntos.
¿Hay alguna foto que te ha gustado más de la sesión de hoy?
Personalmente me gustan los trajes, por eso me gustan todas mis fotos con trajes, fueron grandiosas. El vestir trajes me hace sentir muy diferente de lo habitual. ¿Fué hace 10 años atrás? Suho hyung una vez dijo 'La actitud que cada uno tiene, cambia dependiendo de la manera con la que uno se viste' y estoy muy de acuerdo con ello. Tu actitud cambia realmente por la ropa que usas. El traje de hoy hizo que se resaltaran mis hombros haciéndolos más anchos, me siento seguro de mi mismo. Me siento genial y muy guapo... (ríe).
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Cuando estábamos preparándonos para la entrevista, vimos un comentario que decía: 'Los rasgos faciales de Sehun están más definidos que mi futuro'. Aún durante la sesión de fotos de hoy, hemos oído cumplidos de admiración aquí y allá acerca de cuán 'atractivo' eres...¿Qué piensas de tu propia apariencia? (Riéndose) ¿En serio que hubo un comentario así? Cuando leo los comentarios de fans en lo único que pienso es que ellos son asombrosos. ¿Cómo es posible que piensen eso de mi? Mi apariencia está bien... mucha gente dice que soy atractivo y eso ha llegado a un punto en el que he comenzado a pensarlo de la misma manera. Parece ser que fuiste popular aún desde mas joven ¿no es así? Honestamente, yo no era impopular (ríe). Fuera de mis rasgos faciales, he oído a mucha gente decir que tengo una nariz bonita. También existe mucha gente que sigilosamente puede preguntarme...'Quizás te hayas operado la nariz...' después de habernos hecho cercanos ya que no fueron capaces de hacerlo antes. Sin embargo, cuando era más joven fui a la casa de mis abuelos para pasar las vacaciones, me sorprendí muchísimo con una de las fotos de mi abuelo. ¡Mi nariz y la de mi abuelo parecían exactamente iguales! Mi abuelo falleció antes que yo naciera por lo que no tuve nunca la fortuna de conocerlo en persona, pero encontré esa foto realmente fascinante cuando la ví. Pareciera que lo bueno de los genes se han pasado muy bien.
Hemos oído que te gusta hacer ejercicios y deportes también... Me gustaba jugar al fútbol cuando era más joven y después de debutar, diligentemente comencé a ejercitarme en el gimnasio, aunque ahora estoy tomando un corto periodo de descanso de eso. Disfruto mucho nadar, me gusta tanto nadar que tengo que levantarme temprano e ir a nadar cada vez que nos quedamos en un hotel durante nuestras actividades en el extranjero. Para ser sincero, tenía temor al agua pero quise liberarme del miedo por lo que comencé a nadar hace 3 años atrás. 
¿Has tenido una experiencia traumática con el agua? No, nada de eso, pero siempre que estaba en el agua me sentía sofocado, como si estuviera atrapado por lo que no podía estar por mucho tiempo. Quería que la línea de mi cuerpo se viera muy bien cuando estuviera nadando (ríe) y después de aprender a nadar de manera profesional con un instructor, ahora puedo hacerlo muy bien. Aunque todavía tengo miedo a nadar en el mar, jamás iría sin mi chaleco salvavidas. También cuando tengo tiempo libre, habitualmemte voy a jugar badminton o tenis de mesa con mis amigos. He escuchado también a mucha gente decir que piensan que podría ser bueno en el basketball debido a mi altura, pero sorprendentemente no puedo jugar bien del todo.
Es realmente sorprendente que alguien de más de 1.80 metros como tú, no pueda jugar al basketball. ¿Qué piensas acerca de los estereotipos o prejuicios que la gente tiene sobre Sehun de EXO? Escucho con frecuencia a la gente decir que luzco frío o arrogante porque no sonrío mucho cuando estoy alrededor de personas que no conozco. Pero una vez que nos hacemos cercanos, puedo hablar muchísimo y mostrar mucho aegyo también. Me gusta conocer personas también.
Adivinaré que no eres del tipo 'hogareño' después de todo... En el pasado incluso cuando se me otorgaba un poco de tiempo libre, definitivamente me reunía con alguien. Parecía que podía aliviar mi estrés conversando con la gente. Sin embargo comenzó a gustarme en estos días eso de 'quedarme en casa' con tranquilidad. Antes no entendía la frase: 'No hay lugar como tu casa' pero ahora lo sé, el sentimiento que se genera cuando estás en tu casa y puedes acostarte un rato cómodamente. En los días que no tengo agenda, me tomo un descanso para pensar en mis cosas, ver películas, ordenar comida rápida y resolver todo en casa.
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¿Qué te gustaría hacer si pudieras tomar un descanso largo? Me gustaría aprender inglés, sabiendo que como tengo agendas en el extranjero, siempre he pensado que sería genial si pudiera hablar Inglés con más libertad. He tomado clases desde hace mucho, pero desde que mis agendas fueron continuas, no pude seguir el ritmo, por lo que mis habilidades no mejoraron tanto. ¿Cuáles son tus planes que se vienen para este año? Estamos conversando de manera constante acerca de las actividades de nuestra sub-unidad y si me encontrara con un buen proyecto me gustaría también seguir con mi carrera como actor. Aparte de eso, no tengo planes en concreto todavía. Hemos estado corriendo con una agenda planificada minuciosamente todos estos años que me siento un poco exhausto ahora. Durante este periodo de descanso, me gustaría con tranquilidad llenar las partes de mi vida que he dejado vacías.
Si hubiera algo que te quisieras hacer con los miembros de EXO en un futuro cercano, ¿Qué sería? No hace mucho, ví un programa llamado 'Shall We Walk Together' en el que los Sunbaenims de G.O.D. aparecieron y me encantó. Pensé en nosotros haciendo un programa así de aquí a 10 años. Si eso pasara, estaríamos hablando de cosas como: 'nos hemos vuelto viejos, pero nuestros corazones permanecen iguales como al principio', 'nos hemos divertido tanto como antes' tal y como los seniors hicieron en el programa. Para esa época, pienso que podríamos hablar de cosas que no podemos decir ahora, cómodamente y de manera relajada. Si el genio de la lámpara apareciera ahora y te dice que te concedería deseos, ¿Cuáles serían los deseos que pedirías? Cuando Aladín estuvo en el cine, les planteé lo mismo a mis amigos. Ellos dijeron que les gustaría tener más dinero o encontrar su gran amor, pero les dije que no necesitaba 3 deseos. Solo desearía una cosa; sería tener la habilidad de mover los corazones de las personas. Hasta ahora, ha habido veces que he lastimado a personas porque no sabía cómo la otra parte se estaba sintiendo y muchas veces me he afligido por ser incapaz de consolar a mis amigos que han sido lastimados de alguna manera. Me dí cuenta que no todos sienten de la misma manera que yo, por lo que pensé si pudiera mover los corazones de una buena manera cada vez que algo pase, ¿No estarían todos más aliviados y sintiéndose felices?. Eso sería grandioso si todos a mi alrededor no tuvieran que experimentar el dolor en sus corazones. ¿Qué tipo de persona serías de aquí a 10 años? Pienso en eso demasiado a veces, en como estaría viviendo mi vida cuando tuviera 35 años de edad. Pero mientras más pienso, me es difícil saber con certeza. Aún si hiciera planes...¿Mi profesión no tiene ya demasiadas variables y posibilidades? Pienso que sería mejor sólo trabajar duro en todos y cada uno de los momentos que vengan.
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El concepto de la sesión de fotos fue 'Juventud' que significa el mejor momento de la vida de cada uno. ¿En qué periodo de tu juventud piensas que estás ? Juventud a menudo se refiere  a los jóvenes en los 10's o 20's pero no creo que la palabra 'Juventud' se deba limitar únicamente a las generaciones jóvenes. Mientras que tengas el corazón para serlo, pienso que existen un montón de momentos de juventud durante todas las edades de la vida. El dicho 'El dolor es la bendición de los jóvenes' conmueve los corazones de todos en varios aspectos. En ese sentido, hay ciertamente momentos de mi juventud que han pasado de manera inconsciente, por lo que habrá más momentos de juventud guardados para mí en el futuro, tanto que estaré expectante cuando ocurran. Tal vez podría ser que justo ahora estén sucediendo. [Nota de Traducción: ‘El dolor es una bendición para los jóvenes' es un dicho que tiene su origen referido al bestseller de Rando Kim llamado "Youth, is Painful". Este sencillo y poderoso libro es una colección de ensayos de superación personal que ofrecen esperanza y confort a la juventud coreana que sufren de frustración y angustia.] 
----------------- Traducido del coreano al inglés por xunhuas Traducido al español por EXO Silver Dream 
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cuadernodeliteratura · 7 years ago
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«Hambre y soledad, mis musas», Mo Yan.
Cada persona tiene sus propios motivos para convertirse en escritor, y yo no soy una excepción. Pero por qué me convertí en el tipo de escritor que soy y no en un Hemingway o en un Faulkner está ligado a las experiencias de mi infancia. Han sido de gran ayuda en mi carrera de escritor y son lo que me permitirán seguir trabajando en el futuro.
Echando la vista atrás cuarenta años, a los inicios de la década de 1960, vuelvo a visitar una de las épocas más extrañas de la China moderna, una era de un fanatismo sin precedentes. Por un lado, el país estaba azotado por una crisis económica y las penurias que sufría la población. La gente luchaba por mantener la muerte alejada de sus puertas, con muy poco que comer, vestida con trapos. Por otro lado, era una época de intensas pasiones políticas, en la que ciudadanos hambrientos se apretaban el cinturón y seguían al Partido en su experimento comunista. 
Tal vez estuviéramos famélicos, pero nos considerábamos las personas más afortunadas del mundo. Dos terceras partes del planeta, creíamos, vivían en la más absoluta miseria, y era nuestro deber sagrado rescatarles del mar de sufrimiento en el cual se estaban ahogando. 
No fue hasta la década de los ochenta cuando China abrió sus puertas al mundo exterior, cuando comenzamos por fin a afrontar la realidad, como si despertáramos de un sueño.
Cuando era niño no sabía nada sobre fotografía, y aunque lo hubiera sabido, no podría haberme permitido que me sacaran una foto. De modo que tengo que componer una imagen de mi infancia basada solamente en fotografías históricas o en mis propios recuerdos, aunque me atrevería a decir que la imagen que obtengo tiene sentido para mí. En ese entonces, niños de cinco o seis años como yo íbamos prácticamente desnudos a lo largo de la primavera, el verano, y el otoño. Nos cubríamos un poco la espalda solo durante los inviernos terriblemente fríos. Esa ropa hecha jirones es inimaginable para los niños de hoy día en China. Mi abuela me dijo en una ocasión que aunque no existen adversidades que el ser humano no pueda soportar, jamás tendremos acceso a toda la buena suerte que hay en el mundo. Yo estoy de acuerdo con eso. Y también creo en la teoría de Darwin de la ley del más fuerte. Cuando se arroja a alguien en medio de las circunstancias más adversas tal vez demuestre poseer una sorprendente vitalidad. Aquellos que no se adaptan se extinguen, mientras que aquellos que sobreviven pertenecen al linaje más fuerte. De modo que puedo decir que yo vengo de esa estirpe superior.
Durante aquellos días, teníamos una increíble habilidad para resistir el frío. Teníamos la espalda al aire pero no pensábamos que el frío fuera insoportable, a pesar de que los pájaros piaban quejándose del clima helado. Si hubieras venido entonces a nuestro pueblo, habrías visto a multitud de niños con la espalda descubierta, o llevando apenas una na prenda de ropa, persiguiéndose por la nieve los unos a los otros, pasándolo genial. Solo puedo sentir admiración por cómo era de joven; en aquellos tiempos yo era un niño duro de pelar, pese a ser mucho más enclenque de lo que soy ahora. Cuando éramos pequeños éramos puros sacos de huesos: unos palillos con tripas grandes y redondas, y la piel tan tersa que era casi transparente; prácticamente podías ver al otro lado nuestros intestinos enrollados y retorcidos. Nuestros cuellos eran tan largos y delgados que era un milagro que pudieran soportar el peso de nuestras cabezas.
Y lo que nos carcomía por dentro era lo más sencillo del mundo: todo en lo que pensábamos siempre era en comida y en cómo conseguirla. Éramos como una jauría de perros hambrientos rondando por las calles y los callejones, olisqueando el aire en busca de algo con lo que alimentar nuestros estómagos. Infinidad de cosas que ahora mismo a nadie se le pasaría por la cabeza meterse a la boca, para nosotros entonces eran manjares. Nos comíamos las hojas de los árboles, y una vez que las habíamos acabado, poníamos nuestra atención en la corteza del árbol. Después de eso, roíamos los troncos. Ningún árbol ha sufrido tanto en el mundo como los de nuestro pueblo. 
Sin embargo, en lugar de desgastarnos los dientes, nuestra peculiar dieta los volvió afilados como cuchillos. Nada podía resistírseles. Uno de mis amigos de la infancia se convirtió en electricista cuando creció. En su caja de herramientas no tenía alicates o navajas; todo lo que hacía era morder cables tan gruesos como lapiceros con sus dientes; ésas eran las herramientas que empleaba en su oficio. Yo también tenía dientes muy afilados, pero no tanto como los de mi amigo electricista. Ya que de otro modo, tal vez habría acabado convirtiéndome en un excelente electricista y no en escritor.
En la primavera de 1961 entregaron un montón de carbón brillante a mi escuela de primaria. Nosotros vivíamos tan ajenos a la realidad que no sabíamos qué era. Pero uno de los niños más listos cogió un trocito y comenzó a devorarlo. La expresión de éxtasis de su cara significaba que eso debía estar rico, así que nos lanzamos sobre él, agarrando unos cuantos pedazos, y empezamos a devorarlos. Cuanto más comía mejor sabía esa cosa, hasta que ya se convertía en algo absolutamente delicioso. Entonces varios adultos del pueblo que estaban mirándonos se acercaron para comprobar qué estábamos comiendo con semejante placer, y se unieron a nosotros. Cuando el director salió fuera para poner fin al festín solo consiguió empujones y golpes. Me es imposible recordar cómo le sentó a mi estómago el carbón, pero jamás olvidaré su sabor. 
Sin embargo no creas que no nos lo pasábamos bien en esa época. Hacíamos muchísimas cosas divertidas. En el primer puesto de la lista estaba comer cosas que nunca antes habíamos pensado que fuera comida.
La hambruna duró un par de años o más, hasta mediados de la década de los sesenta, cuando la vida empezó a mejorar. Aún no teníamos suficiente que comer, pero cada persona tenía asignados noventa kilos de cereal por año. Eso, junto con algunas verduras que buscábamos por el campo, era suficiente para ir tirando, y cada vez menos gente se moría de hambre.
Evidentemente, la experiencia de pasar hambre no puede por sí misma transformar a uno en escritor, pero cuando me convertí en uno tenía una comprensión más profunda de la vida gracias a ello. Padecer mucho tiempo hambre me hizo ser consciente de lo importante que es la comida para el ser humano. El éxito, los ideales, la carrera laboral o el amor no valen nada con el estómago vacío. 
Por la comida, perdí la dignidad. Por la comida, fui humillado como un insignificante perro callejero. Por la comida, comencé de verdad a escribir relatos.
Después de convertirme en escritor, empecé a pensar otra vez en la soledad de mi infancia, así como a recordar las ocasiones en las que me moría de hambre cada vez que me sentaba a una mesa llena de comidas deliciosas. El lugar donde nací, el municipio de Gaomi, en el Noreste del país, está situado en un punto donde convergen tres condados. Es una zona vasta escasamente poblada que carece de medios de transporte. Hasta hoy, mi pueblo está rodeado de llanuras cubiertas de plantas y flores silvestres. Me sacaron de la escuela cuando era muy joven, de modo que mientras muchos niños estaban en clase, yo sacaba el ganado al campo a pastar. Con el tiempo, llegué a saber más sobre animales que sobre personas. Sabía qué les ponía contentos, tristes, o qué les enfadaba. Sabía qué querían decir sus expresiones, y sabía qué estaban pensando. En esas interminables tierras sin cultivar solo estábamos unas pocas cabezas de ganado y yo. Pastaban tranquilas, y sus ojos semejaban el azul de los océanos.
Cuando trataba de hablar con ellas, me ignoraban, preocupándose tan solo de las deliciosas hierbas del suelo. De modo que me tumbaba boca arriba y contemplaba las nubes esponjosas moviéndose sin rumbo por el cielo, imaginando que eran grupos de hombres perezosos y enormes. Pero cuando intentaba hablar con ellos, también me ignoraban. Había multitud de pájaros sobrevolando el cielo: gaviotas, alondras y otras razas comunes cuyos nombres no conocía. Su canto me conmovía profundamente, a veces hasta el borde del llanto. Traté de hablar con ellos, pero estaban demasiado ocupados como para prestarme atención. Así que permanecía tumbado sobre la hierba, atravesado por la tristeza, y comenzaba a dejar volar mi imaginación. Con la mente sumida en un estado de ensoñación, todo tipo de pensamientos maravillosos inundaban mi cabeza, ayudándome a comprender el amor y la decencia.
Muy pronto aprendí cómo hablar conmigo mismo. Desarrollé una insólita capacidad expresiva, siendo capaz de hablar sin parar con elocuencia e incluso haciendo rimas. En una ocasión mi madre me sorprendió por casualidad hablando con un árbol. Alarmada, habló con mi padre.
—Como padre de nuestro hijo, ¿piensas que le ocurre algo malo? 
Más adelante, cuando fui lo bastante mayor, me integré en el mundo de los adultos como miembro de una brigada de trabajo, y la costumbre que tenía de hablar a solas, que se había iniciado cuando cuidaba al ganado, solo generaba problemas en mi familia.
—Hijo mío —me suplicaba mi madre—, ¿cuándo pararás de hablar a solas?
Al ver la expresión de su cara se me llenaron los ojos de lágrimas y le prometí que pararía. Pero en el instante en que estaba rodeado de gente, las palabras afloraban desde mi interior, como ratas saliendo de la ratonera. A eso normalmente le seguía un sentimiento de remordimiento y la terrible seguridad de que había vuelto a fallar a mi madre. Ese fue el motivo por el que elegí Mo Yan «No hables» como seudónimo. Pero, como mi madre solía decirme muy a menudo, exasperada, «un perro no puede evitar comer excrementos, y un lobo no puedo parar de comer carne». Yo no podía dejar de hablar, así de sencillo. Es un hábito que ha provocado que algunos compañeros escritores se sientan ofendidos, ya que lo que sale de mi boca es siempre la pura verdad. Ahora que estoy en plena madurez, las palabras han comenzado a disiparse, lo que ha debido llenar de tranquilidad al espíritu de mi madre si me está viendo desde allí arriba.
Mi sueño de ser escritor tomó forma muy pronto cuando uno de mis vecinos, un estudiante universitario especializado en Lengua China, fue tachado de derechista y le expulsaron de la facultad, enviándole al campo para trabajar. Trabajábamos uno al lado del otro. Al principio, él era incapaz de olvidar que había sido estudiante universitario, como reflejaba su modo elegante de hablar y su estilo refinado. Sin embargo, muy pronto la severidad de la vida en el campo y el trabajo agotador suprimió cualquier vestigio de su pasado intelectual y le convirtió en un campesino corriente, como yo. Durante los descansos que tomábamos en el campo, mientras nuestros estómagos nos enviaban a la boca un regusto amargo, nuestro principal entretenimiento consistía en hablar sobre comida.
Los dos, junto con otros jornaleros, describíamos con detalle manjares suculentos que habíamos comido o de los que habíamos oído hablar. Era comida que traspasaba el alma. Cualquiera que hablaba hacía que se nos hiciera la boca agua.
Un anciano nos habló sobre todos los platos famosísimos que había visto cuando trabajaba de camarero en un restaurante de Qingdao: turnedó de solomillo, pollo frito y cosas por el estilo. Con los ojos invadidos por la sorpresa, nos quedábamos mirando su boca, que desprendía unas descripciones tan vivas que hasta casi podíamos oler el aroma de esos platos deliciosos; parecía que fueran a caer del cielo. 
El estudiante derechista dijo que conocía a alguien que había escrito un libro cuyos derechos de autor habían generado miles, e incluso decenas de miles de yuanes. El tipo comía cada día jiaozi, esas deliciosas bolas de masa cocida rellenas con carne de cerdo, en el desayuno, la comida y la cena, con el aceite chorreando con cada mordisco. Cuando le dijimos que no nos creíamos que nadie fuera tan rico como para comer jiaozi tres veces al día, el ex estudiante nos contestó con desdén.
—¡Es escritor, por el amor de Dios! ¿No lo entendéis? ¡Escritor!
Eso era todo lo que necesitaba saber: conviértete en escritor y podrás comer jiaozi de carne tres veces al día. Es lo mejor que puede haber en la vida. Porque, ni los dioses podrían hacerlo mejor. Fue entonces cuando decidí que algún día me convertiría en escritor Cuando empecé, lo último que tenía en la cabeza eran propósitos nobles. Al contrario que muchos de mis colegas, que se veían a sí mismos como «arquitectos del alma», a mí no me importaba ni un comino mejorar el mundo a través de la literatura. Como he dicho, mi motivación era mucho más primitiva: ardía en deseos de comer bien. No hay duda de que tras obtener un poco de fama, aprendí a usar palabras pomposas, pero estaban tan huecas por dentro que no me las creía ni yo. Debido a mi origen humilde, las historias que escribía estaban repletas de opiniones de lo más comunes, y cualquiera que buscara en ellas trazos de elegancia o belleza y estilo probablemente se alejaría decepcionado. No hay nada que pueda hacer al respecto.
Un escritor habla de lo que sabe, y en la forma que le es más familiar. Yo crecí solo y hambriento, testigo del sufrimiento humano y de la injusticia. Mi corazón rebosa simpatía por la humanidad en general e indignación por una sociedad plagada de desigualdades. Como es lógico, a medida que mi estómago se habituó a estar lleno siempre que yo quería, mi producción literaria experimentó un cambio. Poco a poco entendí que una vida donde comes tres veces al día jiaozi puede asimismo ir acompañada de penas y sufrimiento, y que este sufrimiento espiritual no es menos doloroso que el hambre física. El acto de dar voz a este dolor espiritual es, desde mi punto de vista, la tarea sagrada de un escritor. Sin embargo, escribir sobre el sufrimiento del alma no elimina mi preocupación por la agonía física que conlleva el hambre. No sé decir si esto constituye mi fortaleza o mi debilidad como escritor, pero sí sé que es lo que el destino ha dictaminado para mí.
Mi obra más temprana es quizá la menos mencionada. Pero debo hablar de ella, ya que forma parte de mi vida y de la historia literaria china más reciente. Todavía recuerdo mi primer relato. En él hablaba sobre la excavación de un canal. Un oficial subalterno de la milicia comienza el día de pie frente a un retrato de nuestro Presidente Mao dedicándole una sencilla plegaria: «¡Que vivas diez mil años más. Que vivas diez mil años más. Que vivas diez mil años más!». Después se marcha al pueblo para asistir a una reunión, en la que se decide que llevará a su equipo de trabajo a un lugar a las afueras del pueblo para cavar un canal gigantesco. Para mostrar su apoyo a esta empresa, su prometida decide posponer la boda tres años. Cuando un terrateniente local oye hablar sobre los planes de excavación, se cuela en medio de la madrugada en la zona donde está el ganado del equipo de trabajo, coge una pala y golpea la pata de una mula negra que tenía que tirar de una carreta hasta el lugar de construcción del canal. Lucha de clases. Reaccionando como si el enemigo estuviera ahí mismo, la gente se moviliza para llevar a cabo una violenta lucha contra el enemigo de clase. Al final el canal se construye y el terrateniente es detenido. Nadie se dignaría a leer una historia así estos días, pero eso era sobre lo que se escribía en aquella época. Era el único modo que tenías para que te publicaran un libro. Así que eso fue lo que escribí. Y aun así, no pude verlo impreso: no era suficientemente revolucionario.
En 1976 murió nuestro Presidente Mao y la situación comenzó a cambiar en China, incluida la literatura. Sin embargo, los cambios eran lentos y débiles. Los temas prohibidos iban desde las historias de amor a los errores del Partido; sin embargo, no podían frenar las ansias de libertad. Los escritores se devanaban los sesos para encontrar caminos velados y franquear así los tabúes. Este período vio el auge de la denominada literatura de la cicatriz, vivencias personales de los horrores de la Revolución Cultural. Mi carrera en realidad no comenzó hasta comienzos de los años ochenta, cuando la literatura china ya había experimentado cambios muy significativos. Todavía existían algunos asuntos sobre los que no se podía hablar, y se empezó a conocer a muchos escritores occidentales en el país, desatando un frenesí de imitaciones chinas.
Como niño que creció en el campo y apenas disfrutó de educación casi no conozco teorías literarias, y he tenido que confiar únicamente en mis propias experiencias así como en mi comprensión intuitiva del mundo a la hora de escribir. Las modas literarias que no hacen sino monopolizar los círculos literarios, incluidas las adaptaciones al chino de las obras de escritores extranjeros, eran cosas que no iban conmigo. Sabía que debía escribir sobre lo que me era familiar, algo que, sin lugar a dudas, era diferente a lo que escribían otros escritores, chinos o de Occidente. Esto no significa que las obras occidentales no ejercieran influencia en mí. Es más, todo lo contrario: algunos escritores occidentales me han marcado profundamente, y me siento orgulloso de reconocer abiertamente esta influencia. No obstante, lo que me distingue del resto de escritores chinos es que no imito las técnicas narrativas de autores extranjeros, ni copio sus argumentos. Lo que me agrada es explorar con exhaustividad aquello que yace incrustado en sus obras para poder así entender su visión de la vida, comprender cómo interpretan el mundo en el que vivimos.
Cuando leo las obras de otras personas, el escritor en realidad está desarrollando un diálogo, en ocasiones hasta un relato, con mi cabeza, y si se produce una conexión entre nuestras mentes nace una amistad duradera; si esto no sucede, acaecerá una despedida amistosa.
Hasta ahora en Estados Unidos se han publicado tres de mis novelas: Sorgo rojo, Las baladas del ajo y La república del vino. En Sorgo rojo enfrento al lector con mi percepción sobre la historia y el amor. En Las baladas del ajo pongo de manifiesto mi punto de vista crítico sobre política y mi simpatía por los campesinos chinos. La república del vino manifiesta mi pesar por el deterioro de la humanidad y mi aversión por la corrupción de la burocracia. Aparentemente puede parecer que cada novela no tiene absolutamente nada que ver con las otras, pero en esencia todas ellas se asemejan bastante: expresan el anhelo de una vida digna de un niño solitario con miedo a pasar hambre.
Sucede lo mismo con mis obras más breves. En China el relato corto posee muy poco prestigio. A los ojos tanto de los autores como de los críticos, solo los novelistas pueden ser considerados escritores que valgan la pena, mientras que los que escriben ficción breve ejercerían un arte menor. Disculpadme si digo que esto es un error. 
La altura de un escritor solo puede venir determinada por las ideas que deja traslucir su obra, no por la longitud de ésta. Situar a un autor en la historia literaria de un país no se puede juzgar dependiendo si es o no capaz de escribir un libro que pese como un ladrillo, sino que deben considerarse sus contribuciones al desarrollo y enriquecimiento de la lengua nacional.
Me atrevería a decir, aun a riesgo de no parecer muy modesto, que mis novelas han creado un estilo único de escritura en la literatura china contemporánea. Sin embargo, estoy aún más orgulloso por lo que he realizado en el ámbito de las historias breves. [...]
Como he dicho, soy un escritor sin formación teórica; pero poseo una imaginación fértil, gracias en parte a las tradiciones populares chinas, que trato constantemente de perpetuar. Puede que sea un ignorante en lo que se refiere a conceptos literarios rimbombantes, pero sí sé cómo tejer una historia cautivadora, algo que aprendí siendo niño de mi abuelo, de mi abuela, y de otros cuentacuentos de mi pueblo. Los críticos que basen sus teorías de la literatura en teorías científicas de cualquier tipo, no me tendrán muy en cuenta. Pero me encantaría verlos escribiendo un relato que capture la imaginación del lector.
Autor: Mo Yan
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empireofthoughts · 7 years ago
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Voy para los 23.
Tengo casi 23 años.
No me puedo quedar quieto en una silla sin estarme moviendo, me siento todavía incómodo de usar ropa que me haga ver más adulto y con madurez. Soy un adicto más a la tecnología y redes sociales de hoy en día, no puedo sentirme seguro sin mi celular y me da un miedo terrible salir a la calle con la batería descargada del teléfono.
Hay veces que cuestiono ciertas decisiones que he tomado en la vida porque no sé si valdrán la pena o si fue una tremenda estupidez. Hay veces en que trato de encontrar una excusa a eso para que así, pueda sentirme que todo lo que decido es correcto aun cuando sé que no siempre lo es. Tengo un complejo muy arraigado de jamás arrepentirme de las cosas que hago porque sé que lamentarme no hará que eso cambie, solo que a veces quisiera que fuera diferente, a veces quisiera poder arrepentirme de algo.
Tengo un trabajo en el que no estoy seguro de querer pasar toda mi vida o iniciar decisiones fuertes porque sé que me costaría un buen de estabilidad emocional y, aunque no me da miedo, no me gustaría tener que sacrificarlo de esa manera, pero a la vez, me gusta lo que hago, es una buena empresa y estoy seguro de que me dará gran valor curricular.
Salgo con personas que no estoy seguro de si me agradan o no, algunas veces para no sentirme solo y otras para evitar quedarme en casa después del trabajo y estar pensando en tonterías y cuestionando mi existencia en este espacio y tiempo del universo.
Viví muchas cosas entre los 15 y 17 años de edad que no eran apropiadas para mi edad, salté etapas y las viví con tanta intensidad que, ahora, a mis casi 23 años, no siento tanta emoción de saber que alguien quiere ir a un antro, estar en una fiesta hasta el amanecer, beber hasta perder la noción de dónde estás y amanecer en un lugar en el que estás rodeado de personas extrañas en las mismas condiciones.
Me han roto el corazón y me han hecho unas malas jugadas que, con el paso del tiempo, me juré no volvería a pasar. Sufrí lo que tenía que sufrir por amor, me humillé, lloré lo que tenía que llorar, pero, afortunadamente, avancé rápido. Afortunadamente solo fue una etapa. Juraba que al momento de avanzar no me dolería ni los fantasmas de esa situación me atormentarían porque hice un ritual de dejar ir, pero, sin embargo, hay ciertas cosas que, a mis casi 23 años, me siguen atormentando. No es el sentimiento de extrañar a alguien o seguir amando a alguien, solo son miedos del pasado que, por alguna razón, no he podido superar y me afectan el presente. Todo es tan raro.
Soy una persona dedicada a las cosas que hace y si le gustan, las hace con mucha pasión y entrega. Aunque, claro, como todo “casi-veintitresañero” a veces le flojeo demasiado y procrastino hasta la muerte y nadie me pude decir que no está bien porque casi tengo 23 y cuando casi tienes 23, todo error que cometes se te perdona, ¿no…?
Para mí, tener un sueño es tener vida. Tener muchos sueños es tener mucha vida y muchas cosas que hacer por delante para poder lograrlo y me considero una persona llena de sueños. Unos más fáciles que otros, pero quién dijo que serían fáciles de conseguir. Si así fuera, no tendría nada de maravilloso la espera.
Muchas veces, desde que era niño, soñaba y anhelaba que al cumplir 18, me iba a ir de México porque mi sueño siempre fue vivir en el país con el que compartimos frontera al norte, los maravillosos Estados Unidos de América. El tiempo fue pasando, fui cumpliendo años y cada vez me acercaba a los tan esperados 18 pero todo lo que yo pensaba que iban a ser los 18, resultó ser lo contrario. Me la pasé llorando deprimido en mi cumpleaños, no quería ver a nadie, lo único que quería era bajarme del tren de la vida, ¡Iba muy rápido! M��s de lo que yo imaginaba.
Claro que cada vez que me acercaba a los 18 veía más lejos mi sueño de irme de México por cosas que estaban fuera de mi control cómo que no tenía un trabajo ni dinero para irme, mis papás ni de broma me iban a mandar lejos y tampoco tenía una carrera que me permitiera al menos avanzar un poco en este mundo. Entré a la universidad y ese sueño se volvió completamente inalcanzable. Es triste, lo sé, porque no deberías dejar de luchar por tus sueños, pero la verdad es que yo ni si quiera intenté luchar. Malamente me conforme con lo que tenía aquí y como me iba bien, tenía una carrera, mis padres, dinero (de mis padres), un carro (de mis padres), amigos, no me podía quejar de mucho. De igual manera, tenía la idea de qué los 23 era mi edad de miedo.
No mucha gente sabe qué quiero decir cuando digo “mi edad de miedo” pero lo explicaré a continuación:
L
a edad de miedo: es esa edad que todo el mundo teme cumplir. Esa edad en la que temen no haber cumplido lo que se propusieron o metas que querían lograr antes o a esa edad y todos los pensamientos tan maravillosos que alguna vez tuvieron como irse de México a los 18 años a Estados Unidos, pasan a formar parte de esos pensamientos que tenemos y se pierden en un espacio de este universo y que mueren al no ser recordados o rendirse de si quiera intentarlo.
Mucha gente tiene su edad de miedo a edades altas tales como 30 o los temidos 40. Pues yo no. Mi edad de miedo no tiene nada que ver con el tercer o cuarto piso. Mi edad de miedo son los 23. ¿Por qué? No sé con exactitud, pero espero que en este texto tan random, pueda encontrar ese misterio.
Afortunadamente encontré un soundtrack para este miedo y eso hace que no sea tan terrorífico. La canción es “What's My Age Again - Blink 182.”
Es increíble porque justo dice lo que siento. No en todas las partes de la canción, pero en la mayoría cómo que nadie te quiere a los 23. No sabes quién eres a los 23. Haces cosas a los 23 que no sabes si eres aún joven o demasiado viejo para hacerlas y la gente te tacha de inmaduro.
Los 23 es una edad en la que despiertas y, muchas veces, no sabes si las decisiones que estás tomando te están llevando por el camino de tus sueños. Una edad en la que despiertas cuestionando todos los pasos que das. Una edad en la que no sabes si eres muy joven o muy viejo, pero todo depende de la mentalidad de cada uno. Yo estoy en medio sin saber si soy muy joven o empiezo a ser viejo.
No me siento muy joven pero tampoco muy adulto, pero siento que ha habido situaciones en las que no he sabido actuar correctamente por estar concentrado en tener que estar bien y es ahí donde se me ha pasado mucha vida.
A los 23 las cosas no se disfrutan igual, las resacas comienzan a hacerse sentir en una magnitud que no sabíamos antes. La mayoría de las conversaciones que tenemos con otras personas se centran en coincidir en pensamientos, estar bien con eso y seguir adelante. Es difícil conseguir verdaderos amigos a esta edad porque la mayoría tiene ya sus amistades sólidas desde la infancia o simplemente son personas tan superficiales que lo que buscan en una persona es con quién irse a la peda y no un confidente a quien poder contarle sus más oscuros secretos o sus sentimientos. Las personas se han vuelto tan vacías y esperan que todos sean de la misma manera, pero se olvidan que existen personas que somos diferentes y únicas que todavía formamos parte de ese tipo de personas que buscan un amigo en cada persona que conocen.
Somos orgullosos de los logros de otras personas, nos emocionamos igual o hasta más por eso, pero somos demasiado duros con nosotros mismos. Los tropiezos en este camino que se llama vida no son una opción, pero siempre tenemos las palabras adecuadas para los tropiezos de los demás y ayudamos a que salgan de ese pozo de inseguridades, pero, ¿quién nos ayuda a nosotros? En un mundo lleno de carencias, de plástico, de personas que se olvidaron que es correcto sentir y es incorrecto suprimir todos los sentimientos, ¿quién será la persona que nos va a ayudar a sobrevivir? La respuesta que cualquiera se esperaría a esta pregunta y que, de seguro, un libro de superación personal daría, sería “nosotros mismos” pero difiero porque ni yo mismo me entiendo.
Odio las etiquetas, pero constantemente las utilizo. Amo a quien quiero, pero a veces odio amar tanto. Estoy en contra del maltrato animal que no mato ni una mosca, pero amo la carne asada. Llegué a sentir culpa algunas veces por comer, pero la verdad es que no podría vivir en un mundo sin carne.
Ya no estoy en la universidad y soy demasiado viejo para asistir a sus fiestas, ni si quiera se siente igual a pesar de que solo paso un año desde que me gradué. El grupo de amigos a quienes les hablaba en mi adolescencia y universidad se ha reducido a los dedos que tengo en una mano y me faltan 3 dedos. (Es broma, mi mano está completa).
Tengo pocas obligaciones pendientes o a veces siento que son demasiadas y siempre estoy interesado en saber cuánto tiempo de vida me queda o cuál es mi misión en este recorrido.
Todas las rupturas que hemos tenido a lo largo de la vida, en realidad nunca terminan gracias a que las redes sociales siguen recordándonos que cierta persona alguna vez en algún momento significó algo para nosotros pues publicamos fotos juntos en las que lo único que se puede percibir es felicidad. Me refiero a amistades, relaciones, pero acabaron y en realidad nunca acabaron. Incluso si bloqueamos a esas personas (y, vaya, que mi lista es muy grande) sus nombres no dejan de aparecer en el feed o en los recuerdos y sus rostros nos siguen invadiendo cuando amigos en común publican algo.
Tengo casi 23 y muchas veces trato de decirme a mí mismo que debo dejar de quejarme y de disfrutar mi juventud. Realmente la vida no es tan mala. Viéndolo bien, tengo a mi familia, algunos amigos, salud, amor y una persona que se preocupa por mí y le importo más que a nadie en el mundo entero. Soy joven y vibrante. El mundo es mío. Estoy más cerca de mis padres que los jóvenes de 23 años que de otras generaciones y tengo la suerte de todavía contar con ese apoyo. Tengo todo el tiempo para pasar con mis amigos, salir a bares, antros, museos, conocer ciudades, viajar y disfrutar la vida.
Puedo irme de fiesta y trabajar sin tener que preocuparse por otra persona que dependa de mí. Sin embargo, todo ese miedo sigue ahí y sigue transformándome en pesimista porque la vida es bastante buena y, aun así, no puedo dejar de preocuparme así que también me preocupo por lo que va a pasar conmigo cuando hay cosas más reales e importantes por las que sí hay que preocuparse.
Pierdo el tiempo igual que lo hacía en la universidad, la diferencia es que ahora esa pérdida de tiempo me hace sentir demasiado incómodo, como si esos tiempos muertos que tengo esté desperdiciando el tiempo para vivir mi vida y mi mente no puede evitar traerme al pensamiento la idea de que el tiempo está pasando y jamás lo voy a poder recuperar. Soy demasiado “viejo” para salir todas las noches como lo hacía en la adolescencia, pero demasiado joven para quedarme en casa sin hacer nada y aun así difiero porque, de un tiempo a acá, he sido demasiado hogareño.
Quisiera ser más productivo y vivir una existencia que valga la pena, pero no he descubierto la manera de hacer todo eso. Aún no tengo hijos, un matrimonio, un puesto de trabajo que me de seguridad financiera y laboral ni lo que sea que sea que me haga sentir como si fuera mi razón más para vivir. No quisiera decirlo de esa manera, pero, seamos realistas, sí queremos algo.
Tengo casi 23 y me preocupo por el tiempo. Todavía no quiero envejecer, pero nunca debemos llegar a ese momento en el que ya no nos consideremos como niños a pesar de que la sociedad dice que se empieza a vivir la vida al máximo cuando cumples 30 años.
Para la mayoría de la gente, a los 23 la vida explota y de repente nos olvidamos de que elegimos esa carrera o por qué decidimos tomar la decisión que tomamos o por qué amamos a cierta persona.
Todo lo que quiero saber es lo que soy y no puedo, solo el tiempo me lo dirá.
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libretaencomposicion · 5 years ago
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«Hambre y soledad, mis musas», Mo Yan. Cada persona tiene sus propios motivos para convertirse en escritor, y yo no soy una excepción. Pero por qué me convertí en el tipo de escritor que soy y no en un Hemingway o en un Faulkner está ligado a las experiencias de mi infancia. Han sido de gran ayuda en mi carrera de escritor y son lo que me permitirán seguir trabajando en el futuro. Echando la vista atrás cuarenta años, a los inicios de la década de 1960, vuelvo a visitar una de las épocas más extrañas de la China moderna, una era de un fanatismo sin precedentes. Por un lado, el país estaba azotado por una crisis económica y las penurias que sufría la población. La gente luchaba por mantener la muerte alejada de sus puertas, con muy poco que comer, vestida con trapos. Por otro lado, era una época de intensas pasiones políticas, en la que ciudadanos hambrientos se apretaban el cinturón y seguían al Partido en su experimento comunista. Tal vez estuviéramos famélicos, pero nos considerábamos las personas más afortunadas del mundo. Dos terceras partes del planeta, creíamos, vivían en la más absoluta miseria, y era nuestro deber sagrado rescatarles del mar de sufrimiento en el cual se estaban ahogando. No fue hasta la década de los ochenta cuando China abrió sus puertas al mundo exterior, cuando comenzamos por fin a afrontar la realidad, como si despertáramos de un sueño. Cuando era niño no sabía nada sobre fotografía, y aunque lo hubiera sabido, no podría haberme permitido que me sacaran una foto. De modo que tengo que componer una imagen de mi infancia basada solamente en fotografías históricas o en mis propios recuerdos, aunque me atrevería a decir que la imagen que obtengo tiene sentido para mí. En ese entonces, niños de cinco o seis años como yo íbamos prácticamente desnudos a lo largo de la primavera, el verano, y el otoño. Nos cubríamos un poco la espalda solo durante los inviernos terriblemente fríos. Esa ropa hecha jirones es inimaginable para los niños de hoy día en China. Mi abuela me dijo en una ocasión que aunque no existen adversidades que el ser humano no pueda soportar, jamás tendremos acceso a toda la buena suerte que hay en el mundo. Yo estoy de acuerdo con eso. Y también creo en la teoría de Darwin de la ley del más fuerte. Cuando se arroja a alguien en medio de las circunstancias más adversas tal vez demuestre poseer una sorprendente vitalidad. Aquellos que no se adaptan se extinguen, mientras que aquellos que sobreviven pertenecen al linaje más fuerte. De modo que puedo decir que yo vengo de esa estirpe superior. Durante aquellos días, teníamos una increíble habilidad para resistir el frío. Teníamos la espalda al aire pero no pensábamos que el frío fuera insoportable, a pesar de que los pájaros piaban quejándose del clima helado. Si hubieras venido entonces a nuestro pueblo, habrías visto a multitud de niños con la espalda descubierta, o llevando apenas una na prenda de ropa, persiguiéndose por la nieve los unos a los otros, pasándolo genial. Solo puedo sentir admiración por cómo era de joven; en aquellos tiempos yo era un niño duro de pelar, pese a ser mucho más enclenque de lo que soy ahora. Cuando éramos pequeños éramos puros sacos de huesos: unos palillos con tripas grandes y redondas, y la piel tan tersa que era casi transparente; prácticamente podías ver al otro lado nuestros intestinos enrollados y retorcidos. Nuestros cuellos eran tan largos y delgados que era un milagro que pudieran soportar el peso de nuestras cabezas. Y lo que nos carcomía por dentro era lo más sencillo del mundo: todo en lo que pensábamos siempre era en comida y en cómo conseguirla. Éramos como una jauría de perros hambrientos rondando por las calles y los callejones, olisqueando el aire en busca de algo con lo que alimentar nuestros estómagos. Infinidad de cosas que ahora mismo a nadie se le pasaría por la cabeza meterse a la boca, para nosotros entonces eran manjares. Nos comíamos las hojas de los árboles, y una vez que las habíamos acabado, poníamos nuestra atención en la corteza del árbol. Después de eso, roíamos los troncos. Ningún árbol ha sufrido tanto en el mundo como los de nuestro pueblo. Sin embargo, en lugar de desgastarnos los dientes, nuestra peculiar dieta los volvió afilados como cuchillos. Nada podía resistírseles. Uno de mis amigos de la infancia se convirtió en electricista cuando creció. En su caja de herramientas no tenía alicates o navajas; todo lo que hacía era morder cables tan gruesos como lapiceros con sus dientes; ésas eran las herramientas que empleaba en su oficio. Yo también tenía dientes muy afilados, pero no tanto como los de mi amigo electricista. Ya que de otro modo, tal vez habría acabado convirtiéndome en un excelente electricista y no en escritor. En la primavera de 1961 entregaron un montón de carbón brillante a mi escuela de primaria. Nosotros vivíamos tan ajenos a la realidad que no sabíamos qué era. Pero uno de los niños más listos cogió un trocito y comenzó a devorarlo. La expresión de éxtasis de su cara significaba que eso debía estar rico, así que nos lanzamos sobre él, agarrando unos cuantos pedazos, y empezamos a devorarlos. Cuanto más comía mejor sabía esa cosa, hasta que ya se convertía en algo absolutamente delicioso. Entonces varios adultos del pueblo que estaban mirándonos se acercaron para comprobar qué estábamos comiendo con semejante placer, y se unieron a nosotros. Cuando el director salió fuera para poner fin al festín solo consiguió empujones y golpes. Me es imposible recordar cómo le sentó a mi estómago el carbón, pero jamás olvidaré su sabor. Sin embargo no creas que no nos lo pasábamos bien en esa época. Hacíamos muchísimas cosas divertidas. En el primer puesto de la lista estaba comer cosas que nunca antes habíamos pensado que fuera comida. La hambruna duró un par de años o más, hasta mediados de la década de los sesenta, cuando la vida empezó a mejorar. Aún no teníamos suficiente que comer, pero cada persona tenía asignados noventa kilos de cereal por año. Eso, junto con algunas verduras que buscábamos por el campo, era suficiente para ir tirando, y cada vez menos gente se moría de hambre. Evidentemente, la experiencia de pasar hambre no puede por sí misma transformar a uno en escritor, pero cuando me convertí en uno tenía una comprensión más profunda de la vida gracias a ello. Padecer mucho tiempo hambre me hizo ser consciente de lo importante que es la comida para el ser humano. El éxito, los ideales, la carrera laboral o el amor no valen nada con el estómago vacío. Por la comida, perdí la dignidad. Por la comida, fui humillado como un insignificante perro callejero. Por la comida, comencé de verdad a escribir relatos. Después de convertirme en escritor, empecé a pensar otra vez en la soledad de mi infancia, así como a recordar las ocasiones en las que me moría de hambre cada vez que me sentaba a una mesa llena de comidas deliciosas. El lugar donde nací, el municipio de Gaomi, en el Noreste del país, está situado en un punto donde convergen tres condados. Es una zona vasta escasamente poblada que carece de medios de transporte. Hasta hoy, mi pueblo está rodeado de llanuras cubiertas de plantas y flores silvestres. Me sacaron de la escuela cuando era muy joven, de modo que mientras muchos niños estaban en clase, yo sacaba el ganado al campo a pastar. Con el tiempo, llegué a saber más sobre animales que sobre personas. Sabía qué les ponía contentos, tristes, o qué les enfadaba. Sabía qué querían decir sus expresiones, y sabía qué estaban pensando. En esas interminables tierras sin cultivar solo estábamos unas pocas cabezas de ganado y yo. Pastaban tranquilas, y sus ojos semejaban el azul de los océanos. Cuando trataba de hablar con ellas, me ignoraban, preocupándose tan solo de las deliciosas hierbas del suelo. De modo que me tumbaba boca arriba y contemplaba las nubes esponjosas moviéndose sin rumbo por el cielo, imaginando que eran grupos de hombres perezosos y enormes. Pero cuando intentaba hablar con ellos, también me ignoraban. Había multitud de pájaros sobrevolando el cielo: gaviotas, alondras y otras razas comunes cuyos nombres no conocía. Su canto me conmovía profundamente, a veces hasta el borde del llanto. Traté de hablar con ellos, pero estaban demasiado ocupados como para prestarme atención. Así que permanecía tumbado sobre la hierba, atravesado por la tristeza, y comenzaba a dejar volar mi imaginación. Con la mente sumida en un estado de ensoñación, todo tipo de pensamientos maravillosos inundaban mi cabeza, ayudándome a comprender el amor y la decencia. Muy pronto aprendí cómo hablar conmigo mismo. Desarrollé una insólita capacidad expresiva, siendo capaz de hablar sin parar con elocuencia e incluso haciendo rimas. En una ocasión mi madre me sorprendió por casualidad hablando con un árbol. Alarmada, habló con mi padre. —Como padre de nuestro hijo, ¿piensas que le ocurre algo malo? Más adelante, cuando fui lo bastante mayor, me integré en el mundo de los adultos como miembro de una brigada de trabajo, y la costumbre que tenía de hablar a solas, que se había iniciado cuando cuidaba al ganado, solo generaba problemas en mi familia. —Hijo mío —me suplicaba mi madre—, ¿cuándo pararás de hablar a solas? Al ver la expresión de su cara se me llenaron los ojos de lágrimas y le prometí que pararía. Pero en el instante en que estaba rodeado de gente, las palabras afloraban desde mi interior, como ratas saliendo de la ratonera. A eso normalmente le seguía un sentimiento de remordimiento y la terrible seguridad de que había vuelto a fallar a mi madre. Ese fue el motivo por el que elegí Mo Yan «No hables» como seudónimo. Pero, como mi madre solía decirme muy a menudo, exasperada, «un perro no puede evitar comer excrementos, y un lobo no puedo parar de comer carne». Yo no podía dejar de hablar, así de sencillo. Es un hábito que ha provocado que algunos compañeros escritores se sientan ofendidos, ya que lo que sale de mi boca es siempre la pura verdad. Ahora que estoy en plena madurez, las palabras han comenzado a disiparse, lo que ha debido llenar de tranquilidad al espíritu de mi madre si me está viendo desde allí arriba. Mi sueño de ser escritor tomó forma muy pronto cuando uno de mis vecinos, un estudiante universitario especializado en Lengua China, fue tachado de derechista y le expulsaron de la facultad, enviándole al campo para trabajar. Trabajábamos uno al lado del otro. Al principio, él era incapaz de olvidar que había sido estudiante universitario, como reflejaba su modo elegante de hablar y su estilo refinado. Sin embargo, muy pronto la severidad de la vida en el campo y el trabajo agotador suprimió cualquier vestigio de su pasado intelectual y le convirtió en un campesino corriente, como yo. Durante los descansos que tomábamos en el campo, mientras nuestros estómagos nos enviaban a la boca un regusto amargo, nuestro principal entretenimiento consistía en hablar sobre comida. Los dos, junto con otros jornaleros, describíamos con detalle manjares suculentos que habíamos comido o de los que habíamos oído hablar. Era comida que traspasaba el alma. Cualquiera que hablaba hacía que se nos hiciera la boca agua. Un anciano nos habló sobre todos los platos famosísimos que había visto cuando trabajaba de camarero en un restaurante de Qingdao: turnedó de solomillo, pollo frito y cosas por el estilo. Con los ojos invadidos por la sorpresa, nos quedábamos mirando su boca, que desprendía unas descripciones tan vivas que hasta casi podíamos oler el aroma de esos platos deliciosos; parecía que fueran a caer del cielo. El estudiante derechista dijo que conocía a alguien que había escrito un libro cuyos derechos de autor habían generado miles, e incluso decenas de miles de yuanes. El tipo comía cada día jiaozi, esas deliciosas bolas de masa cocida rellenas con carne de cerdo, en el desayuno, la comida y la cena, con el aceite chorreando con cada mordisco. Cuando le dijimos que no nos creíamos que nadie fuera tan rico como para comer jiaozi tres veces al día, el ex estudiante nos contestó con desdén. —¡Es escritor, por el amor de Dios! ¿No lo entendéis? ¡Escritor! Eso era todo lo que necesitaba saber: conviértete en escritor y podrás comer jiaozi de carne tres veces al día. Es lo mejor que puede haber en la vida. Porque, ni los dioses podrían hacerlo mejor. Fue entonces cuando decidí que algún día me convertiría en escritor Cuando empecé, lo último que tenía en la cabeza eran propósitos nobles. Al contrario que muchos de mis colegas, que se veían a sí mismos como «arquitectos del alma», a mí no me importaba ni un comino mejorar el mundo a través de la literatura. Como he dicho, mi motivación era mucho más primitiva: ardía en deseos de comer bien. No hay duda de que tras obtener un poco de fama, aprendí a usar palabras pomposas, pero estaban tan huecas por dentro que no me las creía ni yo. Debido a mi origen humilde, las historias que escribía estaban repletas de opiniones de lo más comunes, y cualquiera que buscara en ellas trazos de elegancia o belleza y estilo probablemente se alejaría decepcionado. No hay nada que pueda hacer al respecto. Un escritor habla de lo que sabe, y en la forma que le es más familiar. Yo crecí solo y hambriento, testigo del sufrimiento humano y de la injusticia. Mi corazón rebosa simpatía por la humanidad en general e indignación por una sociedad plagada de desigualdades. Como es lógico, a medida que mi estómago se habituó a estar lleno siempre que yo quería, mi producción literaria experimentó un cambio. Poco a poco entendí que una vida donde comes tres veces al día jiaozi puede asimismo ir acompañada de penas y sufrimiento, y que este sufrimiento espiritual no es menos doloroso que el hambre física. El acto de dar voz a este dolor espiritual es, desde mi punto de vista, la tarea sagrada de un escritor. Sin embargo, escribir sobre el sufrimiento del alma no elimina mi preocupación por la agonía física que conlleva el hambre. No sé decir si esto constituye mi fortaleza o mi debilidad como escritor, pero sí sé que es lo que el destino ha dictaminado para mí. Mi obra más temprana es quizá la menos mencionada. Pero debo hablar de ella, ya que forma parte de mi vida y de la historia literaria china más reciente. Todavía recuerdo mi primer relato. En él hablaba sobre la excavación de un canal. Un oficial subalterno de la milicia comienza el día de pie frente a un retrato de nuestro Presidente Mao dedicándole una sencilla plegaria: «¡Que vivas diez mil años más. Que vivas diez mil años más. Que vivas diez mil años más!». Después se marcha al pueblo para asistir a una reunión, en la que se decide que llevará a su equipo de trabajo a un lugar a las afueras del pueblo para cavar un canal gigantesco. Para mostrar su apoyo a esta empresa, su prometida decide posponer la boda tres años. Cuando un terrateniente local oye hablar sobre los planes de excavación, se cuela en medio de la madrugada en la zona donde está el ganado del equipo de trabajo, coge una pala y golpea la pata de una mula negra que tenía que tirar de una carreta hasta el lugar de construcción del canal. Lucha de clases. Reaccionando como si el enemigo estuviera ahí mismo, la gente se moviliza para llevar a cabo una violenta lucha contra el enemigo de clase. Al final el canal se construye y el terrateniente es detenido. Nadie se dignaría a leer una historia así estos días, pero eso era sobre lo que se escribía en aquella época. Era el único modo que tenías para que te publicaran un libro. Así que eso fue lo que escribí. Y aun así, no pude verlo impreso: no era suficientemente revolucionario. En 1976 murió nuestro Presidente Mao y la situación comenzó a cambiar en China, incluida la literatura. Sin embargo, los cambios eran lentos y débiles. Los temas prohibidos iban desde las historias de amor a los errores del Partido; sin embargo, no podían frenar las ansias de libertad. Los escritores se devanaban los sesos para encontrar caminos velados y franquear así los tabúes. Este período vio el auge de la denominada literatura de la cicatriz, vivencias personales de los horrores de la Revolución Cultural. Mi carrera en realidad no comenzó hasta comienzos de los años ochenta, cuando la literatura china ya había experimentado cambios muy significativos. Todavía existían algunos asuntos sobre los que no se podía hablar, y se empezó a conocer a muchos escritores occidentales en el país, desatando un frenesí de imitaciones chinas. Como niño que creció en el campo y apenas disfrutó de educación casi no conozco teorías literarias, y he tenido que confiar únicamente en mis propias experiencias así como en mi comprensión intuitiva del mundo a la hora de escribir. Las modas literarias que no hacen sino monopolizar los círculos literarios, incluidas las adaptaciones al chino de las obras de escritores extranjeros, eran cosas que no iban conmigo. Sabía que debía escribir sobre lo que me era familiar, algo que, sin lugar a dudas, era diferente a lo que escribían otros escritores, chinos o de Occidente. Esto no significa que las obras occidentales no ejercieran influencia en mí. Es más, todo lo contrario: algunos escritores occidentales me han marcado profundamente, y me siento orgulloso de reconocer abiertamente esta influencia. No obstante, lo que me distingue del resto de escritores chinos es que no imito las técnicas narrativas de autores extranjeros, ni copio sus argumentos. Lo que me agrada es explorar con exhaustividad aquello que yace incrustado en sus obras para poder así entender su visión de la vida, comprender cómo interpretan el mundo en el que vivimos. Cuando leo las obras de otras personas, el escritor en realidad está desarrollando un diálogo, en ocasiones hasta un relato, con mi cabeza, y si se produce una conexión entre nuestras mentes nace una amistad duradera; si esto no sucede, acaecerá una despedida amistosa. Hasta ahora en Estados Unidos se han publicado tres de mis novelas: Sorgo rojo, Las baladas del ajo y La república del vino. En Sorgo rojo enfrento al lector con mi percepción sobre la historia y el amor. En Las baladas del ajo pongo de manifiesto mi punto de vista crítico sobre política y mi simpatía por los campesinos chinos. La república del vino manifiesta mi pesar por el deterioro de la humanidad y mi aversión por la corrupción de la burocracia. Aparentemente puede parecer que cada novela no tiene absolutamente nada que ver con las otras, pero en esencia todas ellas se asemejan bastante: expresan el anhelo de una vida digna de un niño solitario con miedo a pasar hambre. Sucede lo mismo con mis obras más breves. En China el relato corto posee muy poco prestigio. A los ojos tanto de los autores como de los críticos, solo los novelistas pueden ser considerados escritores que valgan la pena, mientras que los que escriben ficción breve ejercerían un arte menor. Disculpadme si digo que esto es un error. La altura de un escritor solo puede venir determinada por las ideas que deja traslucir su obra, no por la longitud de ésta. Situar a un autor en la historia literaria de un país no se puede juzgar dependiendo si es o no capaz de escribir un libro que pese como un ladrillo, sino que deben considerarse sus contribuciones al desarrollo y enriquecimiento de la lengua nacional. Me atrevería a decir, aun a riesgo de no parecer muy modesto, que mis novelas han creado un estilo único de escritura en la literatura china contemporánea. Sin embargo, estoy aún más orgulloso por lo que he realizado en el ámbito de las historias breves. […] Como he dicho, soy un escritor sin formación teórica; pero poseo una imaginación fértil, gracias en parte a las tradiciones populares chinas, que trato constantemente de perpetuar. Puede que sea un ignorante en lo que se refiere a conceptos literarios rimbombantes, pero sí sé cómo tejer una historia cautivadora, algo que aprendí siendo niño de mi abuelo, de mi abuela, y de otros cuentacuentos de mi pueblo. Los críticos que basen sus teorías de la literatura en teorías científicas de cualquier tipo, no me tendrán muy en cuenta. Pero me encantaría verlos escribiendo un relato que capture la imaginación del lector. Autor: Mo Yan
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justviviblog · 6 years ago
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Lo que hoy me duele
Lo que hoy me duele no es lo que hice. Lo que me duele es sentir que poco a poco empiezo a descubrir de una manera mas clara lo que soy y lo que quiero. y aunque eso jamás debería ser un motivo de tristeza hoy lo es porque significa ir en contra de algunas de las cosas que ustedes como familia se han encargado de contarme.
Hace un tiempo ya llevo en mi cabeza el pensamiento de que uno no debería desgastarse pensando en las cosas que quiere, sino ser claro en aquellas que NO quiere, en aquellas que por nada del mundo se deberían negociar o siquiera poner en tela de juicio.
YO NO QUIERO SENTIRME RETENIDA NUNCA MÁS
NO QUIERO OCULTAR LO QUE SIENTO, NI LO QUE QUIERO, NI LO QUE ME GUSTA, NO QUIERO OCULTARLE SECRETOS A NADIE POR TEMOR A LO QUE DIGAN, PORQUE NADIE HA VIVIDO MI VIDA, Y PORQUE AÚN SI DECIDO CONTARLE A TODO EL MUNDO LAS COSAS QUE ME HACEN TRISTE Y ME PONEN NOSTALGICA O LAS COSAS QUE DESDE PEQUEÑA ME HAN PARTIDO EL CORAZON, ESO NO QUIERE DECIR QUE PUEDAN HACER ALGO AL RESPECTO MAS QUE BRINDARME SU COMPAÑIA Y SU CARIÑO Y SUS CONSEJOS.
Fui criada con muchas limitaciones en cuanto a la forma en que debía asumir la vida y mis cosas, me enseñaron a siempre mostrarme perfecta e inquebrantable, a no contarle a nadie mis cosas, porque eso les daría a los demás temas de qué hablar. Me enseñaron a no llorar, a guardar y seguir adelante, me hicieron creer de alguna manera o mejor, yo llegue a la conclusión de que ser vulnerable era una debilidad.
Me enseñaron  ser siempre la mejor, a no permitir que nada ni nadie pasara por encima mío. Me enseñaron miles y miles de cosas más, que han forjado el carácter fuerte e inquebrantable que me caracteriza y que quiero tanto, pero también aprehendí cosas que no debía, cosas que me han llenado de paredes y obstáculos para interactuar y relacionarme con los demás.
Me he convertido en una mujer fría, como el hielo, que teme a amar, porque no confía NO CONFÍO EN NADIE, porque me enseñaron que ni en la sombra se debía hacer. No confió, y por eso no quiero honestamente, no me entrego completa, no amo porque siempre he visto que el amor no dura, y entonces ha carecido de sentido por mucho tiempo.
CRECI CON UN CARACTER INCREIBLE!, pero también me he vuelto obstinada y llena de miedos
Temo confiar, porque no quiero que me hagan daño, temo amar porque no quiero sentir el vacío cuando alguien se marcha. Porque he visto a muchos marcharse y porque he visto como el amor se marchita.
Aun y con todas las cosas que me dijeron y que yo interpreté, mi corazón ha seguido sintiendo siempre, no deja de palpitar e ilusionarse, porque SI SIENTO, siento todo, siento desde un abrazo cordial hasta uno por compromiso, siento cada respiro, cada parpadeo, siento lo honesto y lo falso, siento la mentira y esa en particular me duele, siento todo, siento tanto que temo a sentir mas.
SOY VULNERABLE, PERO CON EL TIEMPO ME ALEGRA MI VULNERABILIDAD, PORQUE DESCUBRÍ QUE NO ES ALGO NEGATIVO, ME HE DADO CUENTA QUE SER VULNERABLE ES JUSTAMENTE ESO, ES SENTIR, Y ME REHUSO A NO HACERLO. DE HECHO TEMO A DEJAR DE SENTIR A NO SENTIR ABSOLUTAMENTE NADA
Eso me hace una enamorada de todo, de todos pero de nadie. Me enamora mi familia, a pesar de sus disfuncionalidades, me enamora el clima a pesar de que los días lluviosos me arrugan por dentro, me enamora mi carrera, porque sin imaginármelo, encontré una pasión en la que soy lo suficientemente privilegiada de hacerla y llevarla a cabo todos los días de mi vida, soy una enamorada de las personas y mentores que me he encontrado en el camino, porque me han enseñado mas cosas de las que aprendí en un aula, porque de hecho aprendí sobre mi misma y sobre la vida. Amo lo que hago, amo tener personas que admiro cerca, porque me inspiran todo el tiempo, amo leer, amo escuchar música, amo leer las letras de las canciones que mas disfruto y amo encontrar elementos en común en esas canciones que me hacen sentir identificada. Amo los errores y los aciertos que he tenido, amo las travesuras que he cometido y no me arrepiento de absolutamente ninguna de ellas.
PERO EN GENERAL SIEMPRE HE TENIDO UN NO SE QUÉ QUE ME ESPANTA, EN GENERAL SIEMPRE ME SIENTO SOLA, AUN Y CON TODA LA GENTE MARAVILLOSA QUE ME ACOMPAÑA, CASI SIEMPRE ME SIENTO EXTRAÑA EN LOS LUGARES QUE OCUPO Y CON LAS PERSONAS QUE ME RODEO, SIENTO LA SENSACIÓN DE QUE VIVO UNA VIDA DOBLE, ENTRE MIS PASIONES Y MIS MIEDOS
Quisiera dejar de sentirlo así, quisiera poder entender la raíz de todos esos sentimientos, y eso intento, de cada vez ir mas al fondo, urgar más y descubrir qué pasa!
En momentos en que pienso que empiezo a derrumbar esas barreras, en que empiezo a dejarme llevar y fluir con la vida y por medio de ella siempre me encuentro con una pared que me baja de un solo tiró al suelo, y vuelven todos los sentimientos de culpa que no deberían estar y la sensación de estar decepcionando que no debería trasnocharme tanto.
No quisiera que mis papas o mi hermano o mi familia estuvieran decepcionados de mi, pero también tengo claro que no puedo aguantar mucho tiempo mas acá en sus cuatro paredes, que me llenan de miedos y de preguntas sobre lo que hay afuera. QUIERO VIVIR, y quisiera también que confiaran en mi, que no tuvieran miedo por mi, sino que me permitieran vivir y volar, y de pronto asi podría contarles todas mis cosas, lo que me pasa, lo que me asusta y lo que no.
ESO ULTIMO RESUME, LO QUE HOY ME DUELE
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liricon · 7 years ago
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Cada persona tiene sus propios motivos para convertirse en escritor, y yo no soy una excepción. Pero por qué me convertí en el tipo de escritor que soy y no en un Hemingway o en un Faulkner está ligado a las experiencias de mi infancia. Han sido de gran ayuda en mi carrera de escritor y son lo que me permitirán seguir trabajando en el futuro. Echando la vista atrás cuarenta años, a los inicios de la década de 1960, vuelvo a visitar una de las épocas más extrañas de la China moderna, una era de un fanatismo sin precedentes. Por un lado, el país estaba azotado por una crisis económica y las penurias que sufría la población. La gente luchaba por mantener la muerte alejada de sus puertas, con muy poco que comer, vestida con trapos. Por otro lado, era una época de intensas pasiones políticas, en la que ciudadanos hambrientos se apretaban el cinturón y seguían al Partido en su experimento comunista. Tal vez estuviéramos famélicos, pero nos considerábamos las personas más afortunadas del mundo. Dos terceras partes del planeta, creíamos, vivían en la más absoluta miseria, y era nuestro deber sagrado rescatarles del mar de sufrimiento en el cual se estaban ahogando. No fue hasta la década de los ochenta cuando China abrió sus puertas al mundo exterior, cuando comenzamos por fin a afrontar la realidad, como si despertáramos de un sueño. Cuando era niño no sabía nada sobre fotografía, y aunque lo hubiera sabido, no podría haberme permitido que me sacaran una foto. De modo que tengo que componer una imagen de mi infancia basada solamente en fotografías históricas o en mis propios recuerdos, aunque me atrevería a decir que la imagen que obtengo tiene sentido para mí. En ese entonces, niños de cinco o seis años como yo íbamos prácticamente desnudos a lo largo de la primavera, el verano, y el otoño. Nos cubríamos un poco la espalda solo durante los inviernos terriblemente fríos. Esa ropa hecha jirones es inimaginable para los niños de hoy día en China. Mi abuela me dijo en una ocasión que aunque no existen adversidades que el ser humano no pueda soportar, jamás tendremos acceso a toda la buena suerte que hay en el mundo. Yo estoy de acuerdo con eso. Y también creo en la teoría de Darwin de la ley del más fuerte. Cuando se arroja a alguien en medio de las circunstancias más adversas tal vez demuestre poseer una sorprendente vitalidad. Aquellos que no se adaptan se extinguen, mientras que aquellos que sobreviven pertenecen al linaje más fuerte. De modo que puedo decir que yo vengo de esa estirpe superior. Durante aquellos días, teníamos una increíble habilidad para resistir el frío. Teníamos la espalda al aire pero no pensábamos que el frío fuera insoportable, a pesar de que los pájaros piaban quejándose del clima helado. Si hubieras venido entonces a nuestro pueblo, habrías visto a multitud de niños con la espalda descubierta, o llevando apenas una na prenda de ropa, persiguiéndose por la nieve los unos a los otros, pasándolo genial. Solo puedo sentir admiración por cómo era de joven; en aquellos tiempos yo era un niño duro de pelar, pese a ser mucho más enclenque de lo que soy ahora. Cuando éramos pequeños éramos puros sacos de huesos: unos palillos con tripas grandes y redondas, y la piel tan tersa que era casi transparente; prácticamente podías ver al otro lado nuestros intestinos enrollados y retorcidos. Nuestros cuellos eran tan largos y delgados que era un milagro que pudieran soportar el peso de nuestras cabezas. Y lo que nos carcomía por dentro era lo más sencillo del mundo: todo en lo que pensábamos siempre era en comida y en cómo conseguirla. Éramos como una jauría de perros hambrientos rondando por las calles y los callejones, olisqueando el aire en busca de algo con lo que alimentar nuestros estómagos. Infinidad de cosas que ahora mismo a nadie se le pasaría por la cabeza meterse a la boca, para nosotros entonces eran manjares. Nos comíamos las hojas de los árboles, y una vez que las habíamos acabado, poníamos nuestra atención en la corteza del árbol. Después de eso, roíamos los troncos. Ningún árbol ha sufrido tanto en el mundo como los de nuestro pueblo. Sin embargo, en lugar de desgastarnos los dientes, nuestra peculiar dieta los volvió a$lados como cuchillos. Nada podía resistírseles. Uno de mis amigos de la infancia se convirtió en electricista cuando creció. En su caja de herramientas no tenía alicates o navajas; todo lo que hacía era morder cables tan gruesos como lapiceros con sus dientes; ésas eran las herramientas que empleaba en su oficio. Yo también tenía dientes muy a$lados, pero no tanto como los de mi amigo electricista. Ya que de otro modo, tal vez habría acabado convirtiéndome en un excelente electricista y no en escritor. En la primavera de 1961 entregaron un montón de carbón brillante a mi escuela de primaria. Nosotros vivíamos tan ajenos a la realidad que no sabíamos qué era. Pero uno de los niños más listos cogió un trocito y comenzó a devorarlo. La expresión de éxtasis de su cara significaba que eso debía estar rico, así que nos lanzamos sobre él, agarrando unos cuantos pedazos, y empezamos a devorarlos. Cuanto más comía mejor sabía esa cosa, hasta que ya se convertía en algo absolutamente delicioso. Entonces varios adultos del pueblo que estaban mirándonos se acercaron para comprobar qué estábamos comiendo con semejante placer, y se unieron a nosotros. Cuando el director salió fuera para poner fin al festín solo consiguió empujones y golpes. Me es imposible recordar cómo le sentó a mi estómago el carbón, pero jamás olvidaré su sabor. Sin embargo no creas que no nos lo pasábamos bien en esa época. Hacíamos muchísimas cosas divertidas. En el primer puesto de la lista estaba comer cosas que nunca antes habíamos pensado que fuera comida. La hambruna duró un par de años o más, hasta mediados de la década de los sesenta, cuando la vida empezó a mejorar. Aún no teníamos suficiente que comer, pero cada persona tenía asignados noventa kilos de cereal por año. Eso, junto con algunas verduras que buscábamos por el campo, era suficiente para ir tirando, y cada vez menos gente se moría de hambre. Evidentemente, la experiencia de pasar hambre no puede por sí misma transformar a uno en escritor, pero cuando me convertí en uno tenía una comprensión más profunda de la vida gracias a ello. Padecer mucho tiempo hambre me hizo ser consciente de lo importante que es la comida para el ser humano. El éxito, los ideales, la carrera laboral o el amor no valen nada con el estómago vacío. Por la comida, perdí la dignidad. Por la comida, fui humillado como un insignificante perro callejero. Por la comida, comencé de verdad a escribir relatos. Después de convertirme en escritor, empecé a pensar otra vez en la soledad de mi infancia, así como a recordar las ocasiones en las que me moría de hambre cada vez que me sentaba a una mesa llena de comidas deliciosas. El lugar donde nací, el municipio de Gaomi, en el Noreste del país, está situado en un punto donde convergen tres condados. Es una zona vasta escasamente poblada que carece de medios de transporte. Hasta hoy, mi pueblo está rodeado de llanuras cubiertas de plantas y (ores silvestres. Me sacaron de la escuela cuando era muy joven, de modo que mientras muchos niños estaban en clase, yo sacaba el ganado al campo a pastar. Con el tiempo, llegué a saber más sobre animales que sobre personas. Sabía qué les ponía contentos, tristes, o qué les enfadaba. Sabía qué querían decir sus expresiones, y sabía qué estaban pensando. En esas interminables tierras sin cultivar solo estábamos unas pocas cabezas de ganado y yo. Pastaban tranquilas, y sus ojos semejaban el azul de los océanos. Cuando trataba de hablar con ellas, me ignoraban, preocupándose tan solo de las deliciosas hierbas del suelo. De modo que me tumbaba boca arriba y contemplaba las nubes esponjosas moviéndose sin rumbo por el cielo, imaginando que eran grupos de hombres perezosos y enormes. Pero cuando intentaba hablar con ellos, también me ignoraban. Había multitud de pájaros sobrevolando el cielo: gaviotas, alondras y otras razas comunes cuyos nombres no conocía. Su canto me conmovía profundamente, a veces hasta el borde del llanto. Traté de hablar con ellos, pero estaban demasiado ocupados como para prestarme atención. Así que permanecía tumbado sobre la hierba, atravesado por la tristeza, y comenzaba a dejar volar mi imaginación. Con la mente sumida en un estado de ensoñación, todo tipo de pensamientos maravillosos inundaban mi cabeza, ayudándome a comprender el amor y la decencia. Muy pronto aprendí cómo hablar conmigo mismo. Desarrollé una insólita capacidad expresiva, siendo capaz de hablar sin parar con elocuencia e incluso haciendo rimas. En una ocasión mi madre me sorprendió por casualidad hablando con un árbol. Alarmada, habló con mi padre. —Como padre de nuestro hijo, ¿piensas que le ocurre algo malo? Más adelante, cuando fui lo bastante mayor, me integré en el mundo de los adultos como miembro de una brigada de trabajo, y la costumbre que tenía de hablar a solas, que se había iniciado cuando cuidaba al ganado, solo generaba problemas en mi familia. —Hijo mío —me suplicaba mi madre—, ¿cuándo pararás de hablar a solas? Al ver la expresión de su cara se me llenaron los ojos de lágrimas y le prometí que pararía. Pero en el instante en que estaba rodeado de gente, las palabras afloraban desde mi interior, como ratas saliendo de la ratonera. A eso normalmente le seguía un sentimiento de remordimiento y la terrible seguridad de que había vuelto a fallar a mi madre. Ese fue el motivo por el que elegí Mo Yan «No hables» como seudónimo. Pero, como mi madre solía decirme muy a menudo, exasperada, «un perro no puede evitar comer excrementos, y un lobo no puedo parar de comer carne». Yo no podía dejar de hablar, así de sencillo. Es un hábito que ha provocado que algunos compañeros escritores se sientan ofendidos, ya que lo que sale de mi boca es siempre la pura verdad. Ahora que estoy en plena madurez, las palabras han comenzado a disiparse, lo que ha debido llenar de tranquilidad al espíritu de mi madre si me está viendo desde allí arriba. Mi sueño de ser escritor tomó forma muy pronto cuando uno de mis vecinos, un estudiante universitario especializado en Lengua China, fue tachado de derechista y le expulsaron de la facultad, enviándole al campo para trabajar. Trabajábamos uno al lado del otro. Al principio, él era incapaz de olvidar que había sido estudiante universitario, como re&ejaba su modo elegante de hablar y su estilo re'nado. Sin embargo, muy pronto la severidad de la vida en el campo y el trabajo agotador suprimió cualquier vestigio de su pasado intelectual y le convirtió en un campesino corriente, como yo. Durante los descansos que tomábamos en el campo, mientras nuestros estómagos nos enviaban a la boca un regusto amargo, nuestro principal entretenimiento consistía en hablar sobre comida. Los dos, junto con otros jornaleros, describíamos con detalle manjares suculentos que habíamos comido o de los que habíamos oído hablar. Era comida que traspasaba el alma. Cualquiera que hablaba hacía que se nos hiciera la boca agua. Un anciano nos habló sobre todos los platos famosísimos que había visto cuando trabajaba de camarero en un restaurante de Qingdao: turnedó de solomillo, pollo frito y cosas por el estilo. Con los ojos invadidos por la sorpresa, nos quedábamos mirando su boca, que desprendía unas descripciones tan vivas que hasta casi podíamos oler el aroma de esos platos deliciosos; parecía que fueran a caer del cielo. El estudiante derechista dijo que conocía a alguien que había escrito un libro cuyos derechos de autor habían generado miles, e incluso decenas de miles de yuanes. El tipo comía cada día jiaozi, esas deliciosas bolas de masa cocida rellenas con carne de cerdo, en el desayuno, la comida y la cena, con el aceite chorreando con cada mordisco. Cuando le dijimos que no nos creíamos que nadie fuera tan rico como para comer jiaozi tres veces al día, el ex estudiante nos contestó con desdén. —¡Es escritor, por el amor de Dios! ¿No lo entendéis? ¡Escritor! Eso era todo lo que necesitaba saber: conviértete en escritor y podrás comer jiaozi de carne tres veces al día. Es lo mejor que puede haber en la vida. Porque, ni los dioses podrían hacerlo mejor. Fue entonces cuando decidí que algún día me convertiría en escritor Cuando empecé, lo último que tenía en la cabeza eran propósitos nobles. Al contrario que muchos de mis colegas, que se veían a sí mismos como «arquitectos del alma», a mí no me importaba ni un comino mejorar el mundo a través de la literatura. Como he dicho, mi motivación era mucho más primitiva: ardía en deseos de comer bien. No hay duda de que tras obtener un poco de fama, aprendí a usar palabras pomposas, pero estaban tan huecas por dentro que no me las creía ni yo. Debido a mi origen humilde, las historias que escribía estaban repletas de opiniones de lo más comunes, y cualquiera que buscara en ellas trazos de elegancia o belleza y estilo probablemente se alejaría decepcionado. No hay nada que pueda hacer al respecto. Un escritor habla de lo que sabe, y en la forma que le es más familiar. Yo crecí solo y hambriento, testigo del sufrimiento humano y de la injusticia. Mi corazón rebosa simpatía por la humanidad en general e indignación por una sociedad plagada de desigualdades. Como es lógico, a medida que mi estómago se habituó a estar lleno siempre que yo quería, mi producción literaria experimentó un cambio. Poco a poco entendí que una vida donde comes tres veces al día jiaozi puede asimismo ir acompañada de penas y sufrimiento, y que este sufrimiento espiritual no es menos doloroso que el hambre física. El acto de dar voz a este dolor espiritual es, desde mi punto de vista, la tarea sagrada de un escritor. Sin embargo, escribir sobre el sufrimiento del alma no elimina mi preocupación por la agonía física que conlleva el hambre. No sé decir si esto constituye mi fortaleza o mi debilidad como escritor, pero sí sé que es lo que el destino ha dictaminado para mí. Mi obra más temprana es quizá la menos mencionada. Pero debo hablar de ella, ya que forma parte de mi vida y de la historia literaria china más reciente. Todavía recuerdo mi primer relato. En él hablaba sobre la excavación de un canal. Un oficial subalterno de la milicia comienza el día de pie frente a un retrato de nuestro Presidente Mao dedicándole una sencilla plegaria: «¡Que vivas diez mil años más. Que vivas diez mil años más. Que vivas diez mil años más!». Después se marcha al pueblo para asistir a una reunión, en la que se decide que llevará a su equipo de trabajo a un lugar a las afueras del pueblo para cavar un canal gigantesco. Para mostrar su apoyo a esta empresa, su prometida decide posponer la boda tres años. Cuando un terrateniente local oye hablar sobre los planes de excavación, se cuela en medio de la madrugada en la zona donde está el ganado del equipo de trabajo, coge una pala y golpea la pata de una mula negra que tenía que tirar de una carreta hasta el lugar de construcción del canal. Lucha de clases. Reaccionando como si el enemigo estuviera ahí mismo, la gente se moviliza para llevar a cabo una violenta lucha contra el enemigo de clase. Al final el canal se construye y el terrateniente es detenido. Nadie se dignaría a leer una historia así estos días, pero eso era sobre lo que se escribía en aquella época. Era el único modo que tenías para que te publicaran un libro. Así que eso fue lo que escribí. Y aun así, no pude verlo impreso: no era suficientemente revolucionario. En 1976 murió nuestro Presidente Mao y la situación comenzó a cambiar en China, incluida la literatura. Sin embargo, los cambios eran lentos y débiles. Los temas prohibidos iban desde las historias de amor a los errores del Partido; sin embargo, no podían frenar las ansias de libertad. Los escritores se devanaban los sesos para encontrar caminos velados y franquear así los tabúes. Este período vio el auge de la denominada literatura de la cicatriz, vivencias personales de los horrores de la Revolución Cultural. Mi carrera en realidad no comenzó hasta comienzos de los años ochenta, cuando la literatura china ya había experimentado cambios muy significativos. Todavía existían algunos asuntos sobre los que no se podía hablar, y se empezó a conocer a muchos escritores occidentales en el país, desatando un frenesí de imitaciones chinas. Como niño que creció en el campo y apenas disfrutó de educación casi no conozco teorías literarias, y he tenido que con%ar únicamente en mis propias experiencias así como en mi comprensión intuitiva del mundo a la hora de escribir. Las modas literarias que no hacen sino monopolizar los círculos literarios, incluidas las adaptaciones al chino de las obras de escritores extranjeros, eran cosas que no iban conmigo. Sabía que debía escribir sobre lo que me era familiar, algo que, sin lugar a dudas, era diferente a lo que escribían otros escritores, chinos o de Occidente. Esto no significa que las obras occidentales no ejercieran influencia en mí. Es más, todo lo contrario: algunos escritores occidentales me han marcado profundamente, y me siento orgulloso de reconocer abiertamente esta influencia. No obstante, lo que me distingue del resto de escritores chinos es que no imito las técnicas narrativas de autores extranjeros, ni copio sus argumentos. Lo que me agrada es explorar con exhaustividad aquello que yace incrustado en sus obras para poder así entender su visión de la vida, comprender cómo interpretan el mundo en el que vivimos. Cuando leo las obras de otras personas, el escritor en realidad está desarrollando un diálogo, en ocasiones hasta un relato, con mi cabeza, y si se produce una conexión entre nuestras mentes nace una amistad duradera; si esto no sucede, acaecerá una despedida amistosa. Hasta ahora en Estados Unidos se han publicado tres de mis novelas: Sorgo rojo, Las baladas del ajo y La república del vino. En Sorgo rojo enfrento al lector con mi percepción sobre la historia y el amor. En Las baladas del ajo pongo de manifiesto mi punto de vista crítico sobre política y mi simpatía por los campesinos chinos. La república del vino manifiesta mi pesar por el deterioro de la humanidad y mi aversión por la corrupción de la burocracia. Aparentemente puede parecer que cada novela no tiene absolutamente nada que ver con las otras, pero en esencia todas ellas se asemejan bastante: expresan el anhelo de una vida digna de un niño solitario con miedo a pasar hambre. Sucede lo mismo con mis obras más breves. En China el relato corto posee muy poco prestigio. A los ojos tanto de los autores como de los críticos, solo los novelistas pueden ser considerados escritores que valgan la pena, mientras que los que escriben ficción breve ejercerían un arte menor. Disculpadme si digo que esto es un error. La altura de un escritor solo puede venir determinada por las ideas que deja traslucir su obra, no por la longitud de ésta. Situar a un autor en la historia literaria de un país no se puede juzgar dependiendo si es o no capaz de escribir un libro que pese como un ladrillo, sino que deben considerarse sus contribuciones al desarrollo y enriquicimiento de la lengua nacional. Me atrevería a decir, aun a riesgo de no parecer muy modesto, que mis novelas han creado un estilo único de escritura en la literatura china contemporánea. Sin embargo, estoy aún más orgulloso por lo que he realizado en el ámbito de las historias breves. Durante los últimos quince años aproximadamente, he publicado unos ochenta relatos, de los cuales se incluyen en este volumen ocho, seleccionados por mi traductor con mi apoyo incondicional. Representan tanto el abanico de temas como la variedad de estilos de mi producción de relatos breves. Una vez que hayas acabado este libro, poseerás un buen cuadro de lo que he tratado de llevar a cabo en mi ficción breve. «Shifu, harías cualquier cosa por divertirte» es mi último relato (ha sido recientemente llevado al cine por el excelente director chino Zhang Yimou con el título de Días felices). Pese a que podría parecer que trata principalmente sobre las reducciones de plantilla, problema al que se enfrentan hoy día los trabajadores de nuestro país, como diría el refrán chino: «El alcoholismo no va en realidad sobre el alcohol», este relato alberga mucho más de lo que parece a primera vista. Lo que también deseo mostrar es cómo las jóvenes parejas de enamorados deben esconderse para compartir su amor. (...) Como he dicho, soy un escritor sin formación teórica; pero poseo una imaginación fértil, gracias en parte a las tradiciones populares chinas, que trato constantemente de perpetuar. Puede que sea un ignorante en lo que se re"ere a conceptos literarios rimbombantes, pero sí sé cómo tejer una historia cautivadora, algo que aprendí siendo niño de mi abuelo, de mi abuela, y de otros cuentacuentos de mi pueblo. Los críticos que basen sus teorías de la literatura en teorías cientí"cas de cualquier tipo, no me tendrán muy en cuenta. Pero me encantaría verlos escribiendo un relato que capture la imaginación del lector. Mo Yan. Beijing, 2001
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rookieakakookie-blog · 8 years ago
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Butterfly (BTS) — 4
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[Capítulo 1] ; [Capítulo 3]  — [Capítulo 5]
Capítulo 4
“A Jin nunca le había gustado ese tipo de amistades para las chicas, sin contar con que Bobby y él nunca se habían soportado. Uno demasiado pagado de sí mismo y con poco sentido de la decencia, otro humilde y completamente dedicado a sus seres queridos.  Era por eso que resultaba ser una venganza efectiva por parte de ellas. Era el precio que Jin tenía pagar por no dejarlas entrar en su vida más allá de la familia. O al menos así lo habían visto hasta ese día.  Jin volvió a casa con un ojo hinchado y el labio inferior roto, además de varios moretones por todo el cuerpo. No quiso dar explicaciones a nadie, ni siquiera a sus hermanas. Se encerró en su habitación y al día siguiente actuó como si no ocurriese nada fuera de lo normal, salvo por la forma en la que trataba a Mavis y Aline. Durante toda una semana la conversación entre los tres se limitaba a respuestas breves y concisas por parte de Jin ante las preguntas de ambas chicas, para después dejar la habitación en la que ellas se encontraban sin ni siquiera una simple palabra de despedida. La llegada del fin de semana dio un respiro a las hermanas, pues Jin solía pasar más tiempo con los chicos que en casa. Ellas también aprovechaban para salir con Bobby y sus amigos, y fue entonces cuando el misterio fue resuelto.  Habían ido al río Han con varias botellas de cerveza a pasar la tarde, y las chicas estaban pasando un buen rato jugando y haciendo de las suyas junto a los demás. Como era habitual, Bobby se encargó de que tabaco no fuese lo único que fumasen, liando un par de cigarrillos con maría que había conseguido a través de sus contactos. Los liados fueron pasando de uno a otro, y pronto el ambiente pasó a ser distendido, llenándose de risas. Mavis y Aline subieron a las espaldas de dos de los muchachos y comenzaron una pelea de fuerza entre los cuatro, acabando en el suelo más de una vez. Aun así, los golpes que pegaban sobre la hierba no fueron los que acabaron con la diversión de aquella tarde. —Oh. Donghyukie... ¿Qué es esto? Aline se inclinó aún más sobre la espalda del joven y rozó con el dedo un parche morado que parecía tener en el pómulo, tapado parcialmente con maquillaje. Donghyuk se quejó ante el inesperado roce, deteniendo su carrera y apartando el rostro de la mano de Aline. Ella frunció el ceño y bajó de su espalda, obligándole a mostrarle una vez más el moretón.  —¿Cómo te lo has hecho?  —¿Cómo me he hecho el qué? —Mavis llegaba a la espalda de Hanbin, y se acercaron para ver qué le sucedía a la otra pareja. Donghyuk se apresuró a responder, viendo la mirada inquisidora de su amigo—. No es nada, me di un golpe el otro día.  La rubia se dio cuenta de la mirada que ambos compartieron, sabiendo entonces que había algo más detrás de aquello.  —Venga, vamos a pillar otra litrona, que esto ya aburre —Hanbin dejó caer a Mavis de su espalda y agarró a Donghyuk para llevárselo lejos de ellas.  Las chicas no tuvieron que compartir sus pensamientos en voz alta, pues bastó una simple mirada para saber que ambas habían llegado a la misma conclusión.  —¡¡BOBBY!!  Mavis profirió tal grito que los siete chicos, aunque lejos de ellas, se volvieron para ver cómo la rubia corría hacia el susodicho con su hermana pisándole los talones.  —¡¿Qué cojones te pasa?! ¿Eh? Fuiste tú, ¿verdad? En cuanto estuvo frente a Bobby, Mavis comenzó a darle empujones a la vez que gritaba y pedía explicaciones, lo que provocó las risas y una mirada indiferente por parte del muchacho.  —No sé de qué me hablas.  Mavis apretó los dientes y se dispuso a soltar el puño contra el rostro del que hasta entonces había sido su amigo, pero Aline fue más rápida que ella. Bobby trastabilló hacia atrás y se llevó una mano a la mandíbula, perdiendo entonces la paciencia. Cerró las manos en un puño y avanzó hacia las hermanas, pero los demás se apresuraron a agarrarle y tratar de calmarle. Lo mismo hicieron con las chicas, que trataban por todos los medios de llegar a él soltando puñetazos y patadas al aire. —¡¡Sí, fuimos nosotros!! Ya era hora de que alguien le arreglase esa bonita cara y le borrase la estúpida sonrisa de un puñetazo. ¡¿Qué, volvió a casa lloriqueando como la nena que es?!  —Venga Bobby, déjalo ya —los otros chicos no parecían sentirse culpables, ni mucho menos. Jin no era nada para ellos, un simple tío que no hacía más que meterse de por medio. Pero Mavis y Aline… a ellas se negaban a hacerles daño.  Por otro lado, las chicas habían cortado cualquier lazo que les uniese a ellos en el momento en el que Bobby admitió lo que hicieron. Jin era la persona más importante de sus vidas, y jamás les perdonarían aquello.  Siguieron gritando, pataleando y desahogándose, ya no solo contra Bobby sino con todos los muchachos. Lo peor era saber que todo había pasado por su culpa, que nada hubiese ocurrido si ellas no hubieran insistido en permanecer junto a ese chiflado y sus amigos. Aquella tarde  se plantaron frente a Jin de rodillas y con la frente apoyada en el suelo, sin cesar ni un momento de pedirle perdón hasta que el chico las obligó a erguirse y las consoló con suaves palabras. Ese enfado que en un principio parecía irracional no habría durado mucho más, pero aun así en cierta forma le complacía que las chicas hubiesen entrado en razón.
Después de la tempestad, todo parecía haberse calmado. Jin no volvió a saber de Bobby, y las chicas prometieron dejar de verle a él y su grupo de amigos. Aun así, Bobby no había pagado lo suficiente por todo lo que había hecho, y un año junto a él les había bastado a ambas para aprender a jugar con sus mismas reglas. Habían pasado un par de semanas desde el incidente, y la morena se enteró de que los estudiantes de empresariales harían una fiesta en el río aquel fin de semana, a la que tenían claro que Bobby y los demás asistirían. Jin "desapareció" de casa como era habitual, y ellas se prepararon para salir aquella noche. Una ocasión especial merecía una vestimenta especial, por lo que ambas se colocaron mini faldas y blusas con bastante escote, rematando el outfit con altos tacones y un maquillaje algo exagerado. Consiguieron evitar a Bobby y los chicos durante gran parte de la noche, a la espera de que el alcohol realizase su parte del plan.  Cuando al fin se plantaron ante él, Bobby era incapaz de recordar la pelea que tuvieron la última vez que se vieron, y las chicas se las apañaron para llevárselo a un lugar apartado, lejos del resto de personas que asistían a la fiesta. No era una de las noches más frías en Seúl, pero el aire que soplaba cerca del río era gélido, y quemaba tu rostro si dejabas que te azotase de frente. Mavis tiraba de Bobby, que reía y jugueteaba con el cabello rubio de ella, trastabillando de vez en cuando. La chica trataba de contener la mueca de asco que todo aquello le provocaba, siguiéndole el juego mientras lanzaba nerviosas miradas a Aline, que caminaba a una prudente distancia detrás de ellos, asegurándose de que nadie les seguía.  Mavis apoyó la espalda contra el muro de piedra, tirando de Bobby para pegar su cuerpo al de ella. Habían llegado a un callejón sin salida, oscuro y húmedo. Aline se colocó a la espalda del chico y llevó sus labios al cuello de este, algo que le hizo sonreír de oreja a oreja mientras él mismo se inclinaba para hundir el rostro en el cuello de Mavis. La rubia miró a su amiga con los ojos abiertos como platos, y Aline asintió y se apresuró a dejar un sobrecito de cocaína en el bolsillo de Bobby. No sería la primera vez que el chico llevaba droga encima, es más, esa misma noche había consumido. Acto seguido la morena se apartó y salió del callejón, sacando el móvil y marcando el número de la policía.  —¡Por favor! ¡¡Por favor ayúdennos!! —Aline comenzó a gritar con voz desesperada, volviendo a asegurarse mientras tanto de que nadie más pasaba por allí—. ¡¡Está abusando de mi hermana!! ¡¡No puedo quitárselo de encima!!  La mujer que estaba al otro lado del teléfono le pidió que se tranquilizase, asegurándole que ya la habían localizado y un coche de policía se dirigía hacia allí. Aline colgó y jugó con el móvil entre sus manos con nerviosismo, mordiéndose con fuerza el labio inferior. Sus ojos castaños se movían con rapidez examinando las oscuras calles a la espera de la luz azul y la sirena, habiendo recibido una señal por parte de la rubia de que todo estaba bien; Bobby estaba demasiado borracho como para hacer nada.  Un par de minutos después escucharon las sirenas, y Aline corrió de nuevo hacia el interior del callejón dejando escapar un fuerte grito, a la espera de que se escuchase lo suficiente.  —¡¡Suéltala hijo de puta!!  Apartó a Bobby y agarró la camisa de su hermana para tirar de ella con fuerza, rasgándola por el pecho. Acto seguido Mavis lanzó su puño contra el rostro de la morena, haciendo sangrar levemente su labio inferior. Aline se dejó caer al suelo y Mavis volvió a tirar de Bobby para dejarlo caer sobre ella mientras gritaba y se removía bajo su cuerpo.  En ese momento la policía entró en el callejón; uno de los hombres se agachó junto a Aline mientras el otro agarraba a Bobby y lo empujaba con fuerza para apartarlo de la rubia. Todo había pasado en cuestión de segundos, y Bobby era incapaz de poner en pie nada de lo que estaba sucediendo. Había vuelto a trastabillar tras el fuerte empujón, cayendo brutalmente contra el pavimento. Su estómago decidió hablar por él, y con una convulsión el muchacho echó todo lo que había bebido aquella noche, quedando prácticamente inconsciente segundos después.
La policía los llevó a los tres a la comisaría. Bobby fue arrastrado hasta una de las celdas, aún demasiado borracho y confuso para entender la situación, y con los pantalones manchados con su propio vómito.  Mavis y Aline rogaron a los policías que aquello no saliese de allí. No querían preocupar a sus padres y sus hermanos, alegando además que conocían a Bobby desde hacía tiempo y que siempre supieron cómo era, prometiendo que jamás volverían a acercarse a él. Todo acabó como lo habían planeado. Bobby fue acusado de consumir y portar drogas, además de agresión, y fue internado en un reformatorio durante varios meses. Nadie supo qué fue lo que le sucedió realmente aquella noche, pero todo apuntaba a que su orgullo le había impedido contar que dos chicas habían conseguido hundirle de aquella manera. Mavis y Aline hicieron como si aquello jamás hubiese ocurrido, y Bobby pronto pasó a ser un fantasma del pasado. Hasta Jin parecía mucho más feliz después de enterarse  de que lo habían internado, repitiéndoles una y otra vez que no sabían lo sensatas que habían sido al alejarse de él antes de que eso ocurriera. En esas ocasiones, las muchachas compartían una cómplice mirada y escondían sus sonrisas mientras asentían a las palabras de su hermano sin saber que, por ironías de la vida, meses después llorarían la desaparición de aquel por el que traicionaron a su amigo."
Suga seguía discutiendo con Jimin, recriminándole una y otra vez esa temeraria actitud que adoptaba en situaciones como la que acababan de vivir. Él y V habían tenido que sujetarle a conciencia para que no saliese corriendo tras el grupo de muchachos que acababan de marcharse. Ambos tenían más o menos la misma estatura, pero el joven de cabellos color menta parecía haber crecido un par de centímetros más mientras se mantenía firme frente a Jimin, el cual había agachado la cabeza y miraba sus pies con una mueca de fastidio. El círculo que les rodeaba se había disuelto en cuanto Kai y Taehyun dieron el espectáculo por terminado, y las personas se disiparon con la decepción dibujada en sus rostros. Los cotilleos y las habladurías habían pasado a ser la nueva forma de diversión de la ‘gente joven’ en Seúl, y una pelea como aquella siempre daba que hablar durante al menos dos semanas. Por suerte para los implicados, todo había acabado antes de que estallara. RapMon se había apresurado a acercarse a las chicas para disculparse en nombre de todos, pero Aline se excusó y escapó de allí con rapidez, dejando a Mavis sola con el muchacho. V hacía rato que se había llevado a Jungkook a buscar hielos para sus bebidas, y fue J-Hope quien vio cómo Aline se apresuraba a desaparecer por entre la gente. Namjoon les había contado toda la historia aquella tarde, o al menos todo lo que la madre de Jin fue capaz de contarle. El tener una conversación sobre esto con ellas había sido uno de los principales motivos por los que habían asistido a la fiesta, pero en ese momento fue verdadera preocupación, y no interés, lo que le hizo seguirla.
La encontró sentada en la esquina de uno de los sillones que rodeaban las muchas hogueras que había allí dentro, junto a una pareja que había comenzado a darse el lote no muy discretamente. Tenía la cabeza apoyada en el respaldo y los ojos cerrados, apretando con fuerza algo que sujetaba entre sus manos. El joven agarró la primera silla que encontró libre y se acercó hasta ella.
—¿Puedo sentarme aquí? —en realidad era una simple formalidad, porque se sentó a su lado mientras hablaba, colocando el respaldo hacia delante para poder así apoyar los antebrazos en él—. ¿Estás bien?
Aline se había sorprendido al escuchar esa voz tan cerca, y aún más al abrir los ojos y encontrarse con la mirada curiosa del chico fija en la suya, además de esa cálida sonrisa. Le reconoció al instante, y llevó la mirada a sus manos mientras se incorporaba para quedar sentada apropiadamente, asintiendo con la cabeza para responder a su pregunta. El largo cabello castaño resbaló por el lateral de su rostro, dejando que las ondas ocultasen parcialmente el perfil de la muchacha. J-Hope rió con suavidad ante aquella actitud, la cual él vio como tierna, habiéndole recordado a un pequeño y tímido gatito.
—Gracias por lo de antes, habéis tenido un par de… —el joven dudó en seguir la frase, y vio cómo Aline lo miraba de reojo con las cejas alzadas.
—¿Cojones? —que la chica terminara la frase no era algo que él esperaba, y la expresiva mueca de sorpresa que cruzó el rostro del muchacho hizo reír a la morena.
J-Hope rió seguidamente, soltando un silbido y moviendo la cabeza de un lado a otro.
—Se ve que los tenéis, sí. ¿Qué tipo de cosas os enseñaba Jin hyung? Hasta a mí me da miedo meterme con vosotras.
—Oh, no, todo esto viene de fábrica —respondió la joven, alzando el brazo derecho para enseñar sus bíceps—. Jin oppa era más de paz y amor, ya sabes…
Sin haberlo pretendido ambos acabaron bromeando sobre Jin el uno con el otro, y para sorpresa de los dos, ninguno se sintió incómodo con ello. Rieron y soltaron un par de comentarios más, llegando a compartir opinión sobre lo exageradamente paternal que Jin había llegado a comportarse a veces. Aline había dejado de apretar con fuerza aquello que sujetaba entre sus manos, dejándola a la vista ahora que reposaba sobre su regazo.
—Oh —Hobi alzó las cejas al fijarse mejor en el pequeño muñeco de trapo de color cian—. ¿Es una mariposa?
—Hhm —la muchacha volvió a asentir con la cabeza, cogiendo la pequeña mariposa entre sus manos para dejársela ver al chico—. Jin oppa nos hizo una a cada una. Es como si… una parte de él siguiese en ellas —había bajado la voz al decir estas palabras, tanto que a J-Hope le costó escucharlas, pero asintió ante ellas—. Mavis y yo siempre las llevamos con nosotras.
Fue como si el tiempo se detuviese. Tanto Hoseok como Aline permanecieron un par de minutos observando la mariposa en completo silencio, y cuando el momento acabó sus miradas se cruzaron de nuevo, haciéndoles sonreír de oreja a oreja al sentir una cálida presencia en sus corazones.
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